SÁBADO 08 DE ENERO
JESÚS, EL HIJO PROMETIDO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 2:2, 3; Hebreos 1:1–4; Éxodo 24:16, 17; Isaías 44:24; Hebreos 1:10; Lucas 1:31, 32; Hebreos 1:5.
PARA MEMORIZAR:
“En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:2, 3).
Inmediatamente después de que Adán y Eva pecaron, Dios les prometió una “descendencia”, un Hijo que los libraría del enemigo, recuperaría la herencia que se había perdido y cumpliría el propósito para el que habían sido creados (Gén. 3:15). Este Hijo los representaría y los redimiría tomando su lugar y, finalmente, destruyendo a la serpiente.
“Cuando Adán y Eva oyeron por primera vez la promesa, esperaban que se cumpliese rápidamente. Con gozo dieron la bienvenida a su primogénito, esperando que fuese el Libertador. Pero el cumplimiento de la promesa tardó” (DTG 23). La promesa le fue confirmada más tarde a Abraham. Dios le juró que tendría una “simiente”, un Hijo a través del cual todas las naciones de la Tierra serían bendecidas (Gén. 22:16-18; Gál. 3:16). Y Dios hizo lo mismo con David. Le prometió a David que su hijo sería adoptado por Dios como Hijo propio y que se establecería como un gobernante justo sobre todos los reyes de la Tierra (2 Sam. 7:12-14; Sal. 89:27-29). Sin embargo, lo que ni Adán, ni Eva, ni Abraham ni David probablemente nunca se imaginaron era que su Hijo redentor sería Dios mismo.

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LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Natanael Valoyes
Desde: Colombia
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