JUEVES 16 DE JUNIO
“YO SOY JOSÉ VUESTRO HER MANO”

Lee Génesis 45. ¿Qué lecciones de amor, fe y esperanza se pueden encontrar en esta historia?

En ese mismo momento, cuando Judá habló sobre el “mal” que caería sobre ‘aví, “mi padre” (Gén. 44:34), José “clamó” (Gén. 45:1) y luego “se dio a conocer” (NVI) a sus hermanos. Esta expresión, que se utiliza a menudo para referirse a la autorrevelación de Dios (Éxo. 6:3; Eze. 20:9), sugiere que también Dios mismo se reveló aquí. Es decir, el Señor había demostrado que su providencia reina a pesar de las debilidades humanas.

Los hermanos de José no pueden creer lo que están viendo y oyendo. Por lo tanto, José se ve obligado a repetir: “Yo soy José vuestro hermano” (Gén. 45:4), y solo por segunda vez, cuando escuchan las palabras precisas “el que vendisteis para Egipto” (Gén. 45:4), creen.

José luego declara: “Me envió Dios” (Gén. 45:5). Esta referencia a Dios tiene un doble propósito. No solo sirve para tranquilizar a sus hermanos en cuanto a que José no tiene malos sentimientos hacia ellos; también es una profunda confesión de fe y una expresión de esperanza, porque lo que hicieron era necesario para la “gran liberación” y la supervivencia de una “posteridad” (Gén. 45:7).

Luego José insta a sus hermanos a que vayan hasta su padre a prepararlo para llevarlo a Egipto. Acompaña su llamado con palabras específicas sobre el lugar donde “habitarás”, es decir, Gosén, famosa por sus buenos pastizales, “la riqueza de la tierra” (Gén. 45:18, 20). También se encarga del transporte: les provee carros, lo que finalmente convencerá a Jacob de que sus hijos no le estaban mintiendo sobre lo que acababan de pasar (Gén. 45:27). Jacob acepta esta demostración visible como evidencia de que José está vivo, y esto es suficiente para que él vuelva a cobrar vida (comparar con Gén. 37:35; 44:29).

Ahora las cosas van bien. Los doce hijos de Jacob están vivos. A Jacob ahora se lo llama “Israel” (Gén. 45:28), y la providencia de Dios se había manifestado de una manera poderosa.

Sí, José fue misericordioso con sus hermanos. Podría permitirse el lujo de serlo. Sin embargo, ¿cómo aprendemos a ser misericordiosos con aquellos cuya maldad hacia nosotros no termina tan bien como con José?

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