JUEVES 26 DE MAYO
JACOB SE VA

En esta historia, Jacob, quien engañó a su padre y a su hermano con el propósito de adquirir la primogenitura y robó la bendición que Isaac tenía la intención de darle a su hijo mayor, adoptó una postura pasiva con Labán y lo sirvió fielmente. Jacob sabe bien que su suegro lo engañó y, no obstante, lo dejó pasar.

Es difícil entender la pasividad de Jacob teniendo en cuenta su temperamento. Jacob podría haberse rebelado, o al menos resistirse a Labán o negociar con él. Pero, no lo hizo. Simplemente, hizo lo que Labán le pidió, por más que todo fuera injusto.

Sin embargo, en el nacimiento del primer hijo de Raquel, José, Jacob finalmente alcanzó el año catorce de sus “servicios” a Labán (Gén. 30:26), y ahora considera dejar a Labán para regresar a la Tierra Prometida. Pero a Jacob le preocupa proveer para su “propia casa” (Gén. 30:30).

Lee Génesis 30:25 al 32. ¿Qué sucede aquí y qué tipo de razonamiento utiliza Jacob? ¿Cuál es la respuesta de Labán?

Había sido un rodeo muy largo para Jacob, quien originalmente se había ido de casa para encontrar una esposa. Probablemente no había sido su intención inicial permanecer tanto tiempo lejos de su país, pero los acontecimientos lo mantuvieron alejado durante años. Ahora es el momento de regresar a casa, ¡y con qué familia tan numerosa!

Con todo, ¿por qué Jacob no dejó a Labán antes? La sumisión antinatural del patriarca sugiere que quizás haya cambiado; que entendió la lección de la fe.

Es decir, Jacob esperó la señal de Dios para irse. Recién cuando Dios le habla, Jacob decide trasladarse.
Dios se revela a Jacob como “el Dios de Bet-el” y le ordena que deje la casa de Labán y regrese “a la tierra de [s]u nacimiento” (Gén. 31:13), con las mismas palabras que Dios usó para llamar a Abram para que se fuera “de [s]u tierra” (Gén. 12:1).

Lo que también lo ayudó a ver que era hora de irse fue la actitud de los hijos de Labán y del mismo Labán (ver Gén. 31:1, 2). “Jacob habría dejado a su astuto pariente mucho antes, si no hubiese temido encontrarse con Esaú. Ahora sintió que estaba en peligro frente a los hijos de Labán, quienes, considerando suya la riqueza de Jacob, podrían tratar de obtenerla por la fuerza” (PP 191).

Por lo tanto, tomó a su familia y sus posesiones y se fue, y comenzó así otra etapa en la gran saga del pueblo del Pacto de Dios.

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