08 DE ABRIL
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«De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos» (Hechos 4: 12, NVI).
Desde la creación del mundo, la religión siempre ha sido una parte importante de la vida. Parece que todo el mundo necesita un poder superior al que adorar y servir. Los musulmanes tienen a Alá. Los chinos tienen a Confucio. Los cristianos tenemos a Jesús. Algunos, como los ateos, afirman que no adoran a nadie, pero ellos también tienen un dios: es el hombre mismo, o posiblemente la idea de lo que el hombre puede lograr.
Todos los años, en este día, los budistas celebran el nacimiento de Buda Gautama, el fundador del budismo. Vivió en la India entre 563 y 483 a. C. Antes de convertirse en Buda, nació como el príncipe Siddhartha entre el pueblo Sakia de lo que hoy es Nepal e India. El día que nació, hombres considerados santos en esa cultura predijeron que se convertiría en un gran rey o en un buda, que es un maestro muy iluminado. Siddhartha fue criado con gran lujo y, a los veintinueve años, dejó el palacio para convertirse en un monje errante.
Estudió meditación con los grandes maestros, ayuno y finalmente se convirtió en Buda. Durante el resto de su vida, Buda reunió discípulos. Murió a los ochenta años, pero hoy su religión se ha extendido por la India, el sudeste asiático, China, Corea, Japón, los Estados Unidos y otras partes del mundo. Se calcula que hay 350 millones de personas en 100 naciones que se adhieren a las creencias y las prácticas budistas.
La mayoría de las personas que adoran a Buda tienen un pequeño ídolo o una imagen de él en sus casas. Los cristianos, en cambio, no adoramos imágenes, objetos ni personas. ¿Por qué? Porque Dios ha dicho que su pueblo no debe adorar imágenes de dioses. Solo deben adorarlo a él. Los cristianos conocemos esto como el primero y el segundo de los Diez Mandamientos de Éxodo 20; pero ¿has considerado alguna vez el primer versículo de este famoso capítulo?
Dios comenzó estos mandamientos identificándose como el Salvador de su pueblo, el que los liberó de la esclavitud de Egipto. Al comenzar su ley de esta manera, es como si dijera: «Cuando me vean como el Dios verdadero, real, poderoso y amoroso que los salvó de la esclavitud que los atenazaba, no querrán tener otros dioses aparte de mí. No querrán adorar imágenes de ellos». Los cristianos adoramos a Dios y solo a Dios, porque él es el único que nos amó primero e hizo lo que fuera necesario para salvarnos.

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UN SALTO EN EL TIEMPO
Devoción Matutina para Adolescentes 2022
Narrado por: Isa Valen
Desde: Buenos aires, Argentina
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