25 DE NOVIEMBRE
NO PODEMOS OLVIDAR
«Y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí» (2 Corintios 5: 15, RV95).
Una multitud, estimada en 800,000 personas, permaneció en silencio mientras el féretro envuelto en la bandera, sobre un carro de combate, tirado por seis caballos grises, pasó de camino al Cementerio de Arlington. La banda de los marines marchaba con valentía, la bandera nacional ondeaba ligeramente por delante del ataúd, la bandera presidencial por detrás. Un caballo sin jinete le seguía, haciendo cabriolas. La viuda camino a paso ligero detrás del ataúd, con sus cuñados a ambos lados, encabezando la más distinguida compañía de dignatarios jamás reunida en la historia de los Estados Unidos, presente en honor de su joven esposo. Le siguieron los representantes del mundo, dispuestos en el orden alfabético de sus países.
En este día de 1963, el presidente de los Estados Unidos fue enterrado con una salva de 21 cañonazos y tres salvas de mosquete. Mientras una corneta tocaba, los restos de John F. Kennedy fueron bajados a la tumba. Fue el último acto formal de la tragedia que había comenzado en Dallas, Texas, tres días antes.
Y después de las oraciones del servicio fúnebre no quedó nada por decir, solo el eco del desafío de su discurso inaugural que está grabado sobre su tumba: «En la larga historia del mundo, solo a unas pocas generaciones se les ha concedido el papel de defender la libertad en su hora de máximo peligro. La energía, la fe, la devoción que aportamos a esta empresa iluminará a nuestro país, y el resplandor de ese fuego puede realmente iluminar el mundo».
Hace mucho tiempo, otro Hombre fue asesinado no por una bala de rifle, sino por crueles clavos que atravesaban sus manos extendidas. Tres días más tarde, salió de su tumba, deslumbrante y poderoso, y con mucho más que decir; y su desafío aún resuena a través de los siglos: «Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1: 8).
Luego dijo: «Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo» (Juan 14:3). ¡Qué frase! ¡Qué epitafio! ¡Qué promesa!
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UN SALTO EN EL TIEMPO
Devoción Matutina para Adolescentes 2022
Narrado por: Isa Valen
Desde: Buenos aires, Argentina
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