01 DE FEBRERO
“LA PAZ NO SE ACABARÁ”

Se sentará en el trono de David; extenderá su poder real a todas partes, y la paz no se acabará; su reinado quedará bien establecido, y sus bases serán la justicia y el derecho (Isaías 9:7, DHH).
El ser humano suele atribuirle a la Biblia aquello que gravita en lo más profundo de su alma. Por ejemplo, no son pocos, creyentes y no creyentes, los que creen que la Palabra de Dios relega a la mujer a una posición de servidumbre respecto al varón, a un simple objeto que existe para satisfacer los más desalmados deseos del hombre. Sin embargo, eso no es bíblico.
A lo largo de las Escrituras, encontramos mujeres como Débora, que “gobernaba… a Israel” (Jueces 4:4); y cuando el rey Josías quiso conocer lo que decía el libro de la ley, pidió ayuda “a la profetisa Hulda” (2 Reyes 22:14); de Abigaíl se dice que “era una mujer bella e inteligente” que supo corregir los entuertos de su esposo Nabal (1 Samuel 25:3, NVI); y a las hijas de Zelofehad no se les impidió reclamar la herencia que legítimamente les pertenecía (Números 27). Asimismo, en cuanto al Nuevo Testamento, encontramos en los Evangelios a mujeres pudientes “que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento” del naciente movimiento cristiano (Lucas 8:3, NBLA); y en el libro de Hechos, a Lidia, que tenía su propia empresa dedicada a la venta de púrpura (ver Hechos 16:14).
Estos ejemplos son más que suficientes para afirmar que la Biblia no es un libro que violenta y discrimina a la mujer. Susan E. Hylen ha escrito un excelente artículo para una revista de arqueología bíblica, en el cual desmonta por lo menos cinco de los principales mitos relacionados con el trato de la mujer en el contexto de la iglesia cristiana y la época del Nuevo Testamento.* Si bien es cierto que el pecado ha trastocado las relaciones humanas, la Palabra de Dios aboga por una vuelta al principio, a ese momento en que tanto el hombre como la mujer vivían en completa igualdad, donde no había ningún tipo de discriminación.
El principio cristiano es este: “Ya no hay… hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, NVI). Cuando entendamos y aceptemos que todos somos, además de iguales, uno en Cristo, se cumplirán las palabras del profeta Isaías: “La paz no se acabará” (Isaías 9:7, DHH).
Susan E. Hylen, “5 Myths About Women in the New Testament Period”, Biblical Archaeology Review (enero-febrero de 2020), pp. 55, 56.

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