08 DE ENERO
“TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA”
Somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18).
La psicóloga Olga Chelnokova afirma que nosotros “sentimos curiosidad por los rostros de los demás, porque en ellos leemos sus historias y evaluamos su valor estético”. De acuerdo con su investigación doctoral, el sistema visual humano es capaz de dirigir toda la atención a los aspectos más sobre- salientes de un rostro (los ojos, la nariz, las mejillas…). “La importancia de los ojos en nuestra evaluación de los demás —agrega— está bien documentada. Por ejemplo, es difícil reconocer a alguien si sus ojos están ocultos, mientras que, si alguien nos está mintiendo, a menudo podemos verlo en sus ojos”. * El estudio también reveló que mirar un rostro hermoso produce cambios en nosotros y nos proporciona una grata sensación de placer.
El salmista dijo: “Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo❞ (Salmo 27:4, NVI). David era consciente del poder que ejerce sobre nosotros mirar un rostro hermoso, por eso su mayor empeño era mirar el rostro más hermoso del universo: el de Dios.
Quizá te preguntes: “¿Cómo puedo contemplar la hermosura del Señor?”. Cabe destacar que el vocablo hebreo noam, traducido como “hermosura” en el Salmo 27:4, también significa “luz” (ver Salmo 90:17), “gracia” (ver Zacarías 11:7), “limpio” (ver Proverbios 15:26) y “suave” (ver Proverbios 16:24). En todos los pasajes, noam alude a cualidades propias del Señor y de sus seguidores. Es decir, la hermosura del Señor radica en sus rasgos de carácter. Su belleza lo hace “distinguido entre diez mil” (Cantares 5:10). Como el salmista, podemos mirar a Cristo y decirle: “Eres el más hermoso” (Salmo 45:2).
Esa contemplación de la belleza divina surtirá un efecto transformador en nosotros: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
Que “contemplar la hermosura del Señor” sea nuestro mayor deleite, para que él pueda ir transformándonos en su misma imagen. ¿No te parecería glorioso tener rasgos de carácter similares a los suyos?
“Why we look at pretty faces” [¿Por qué miramos rostros hermosos?], Departamento de Psicología de la Universdad de Oslo (UiO SV, 4 de noviembre de 2015).
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