15 DE ENERO
“EL PODER DE CRISTO”
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo (2 Corintios 12:9).
Uno de los libros más inspiradores que he leído en los últimos años es Mil caerán [A Thousand Shall Fall]. Se trata de un relato fascinante sobre la vida de Franz Hasel, un soldado adventista alemán que exaltó su fe en Dios dentro de las filas del ejército de Hitler (en el cual sirvió por obligación). Aunque se narran muchos momentos milagrosos que ponen en evidencia la grandeza espiritual de Franz, uno de los aspectos más relevantes de la lectura de este libro es descubrir que ese valiente cristiano seguía siendo un simple mortal.
La autora, Susi Hasel Mundy, relata que un soldado llamado Leo solía tener una actitud burlesca hacia la vida religiosa de Franz. Se mofaba de que era creacionista, vegetariano, de que leía la Biblia… Un día Franz se cansó de tantas burlas, y con mucha firmeza le dijo: “¡Si te burlas de mí otra vez, te daré una paliza!”. Leo no lo tomó en serio, y Franz, “con un poderoso golpe”, “lo dejó inconsciente, tirado en el suelo”. Luego, con un aire triunfante, agregó: “Ahí tienes”. *
Susi Hasel Mundy, que es la hija de Franz Hasel, pudo haber obviado este triste episodio de la vida de su padre, pero decidió compartirlo en su libro. La misma Biblia no oculta los errores de los grandes personajes que aparecen en ella. No se encubre la embriaguez de Noé, ni el engaño de Jacob, ni la simulación de Pedro. ¿Por qué? Porque no debemos olvidar que todos ellos eran personas “con limitaciones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17, RVC). Y es que nuestra humanidad nos empuja a quedar dominados por las pasiones que luchan a sangre y fuego en nuestro interior; pasiones que muchas veces nos llevarán, como a Franz Hasel, a cometer actos indebidos. Nuestra gran lucha es hacer morir esas “pasiones desordenadas” (Colosenses 3:5).
Nos frustramos cuando el derrumbe de nuestra ética hace visible los aspectos más deplorables de nuestro ser. Para los que nos sentimos así, aquí está la promesa divina: “Mi poder [dice Dios] se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Cada vez que la debilidad salga a flote, tendremos una preciosa oportunidad para permitir que el poder de Dios se perfeccione en nuestra vida. Así lo hizo Franz, ¿lo haremos nosotros? *
Susi Hasel Mundy, Mil caerán (Buenos Aires, Argentina: ACES, 2004), pp. 115, 116.

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