17 DE FEBRERO
“PONDRÉ MI LEY EN SU MENTE”

Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón (Jeremías 31:33).

“¿Qué tesoro perdido te gustaría encontrar?”. Esta fue la pregunta que planteó la revista The Atlantic. Un lector respondió que le encantaría encontrar “El concierto”, de Vermeer, un cuadro que fue robado en 1990 y que todavía no ha podido ser hallado. Otro lector, que reside en Orlado, Estados Unidos, expresó su deseo de encontrar el Arca del pacto, el mueble del Santuario israelita donde se guardaban los Diez Mandamientos. En realidad, medio mundo ha querido hallar ese magnífico objeto, colocado en el Lugar Santísimo del Santuario hebreo.
La importancia del Arca no radicaba en el oro que la cubría por dentro y por fuera; ni en sus cornisas, ni en sus argollas; ni en las varas cubiertas de oro; ni en el “propiciatorio de oro fino” que se colocó encima de ella. La grandeza del Arca radicaba en esto: “En el Arca pondrás el Testimonio que yo te daré. Allí me manifestaré a ti, y hablaré contigo desde encima del propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el Arca del testimonio, todo lo que yo te mande para los hijos de Israel” (Éxodo 25:21, 22). La relación del Arca con este Testimonio era tan significativa que el mueble llegó a conocerse como “Arca del testimonio” (Josué 4:16). Lo valioso no es el cofre, sino lo que contiene el cofre. La gente quiere encontrar el Arca, pero el Arca solo era el cofre, el tesoro estaba dentro de ella. ¿Y qué era lo que contenía? ¡Los Diez Mandamientos!
Dice el salmista que los mandamientos del Señor “son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado” (Salmo 19:10, NVI). Resulta llamativo que la palabra “deseables”, en hebreo á¸hÄmÄd, es la misma que se usa en el décimo mandamiento: “No codiciarás”. Lo que el texto nos está diciendo es que “lo codiciable son los mandamientos de Dios”. * Es verdad que no hemos podido encontrar el Arca, en cambio, sí es posible conseguir el tesoro que ella guardaba y aplicarlo a nuestra vida. De hecho, hay otra “arca” en la que esos mandamientos serán guardados, y por eso, el Dios que puso los mandamientos en el Arca, ahora nos hace esta grandiosa promesa: “Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón” (Jeremías 31:33).
No se trata de buscar el Arca, sino de dejar que Dios haga de nosotros el “arca” donde hoy se coloque su ley.
* Luis Alonso Schökel y Cecilia Carniti, Salmos (Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino, 2002), tomo 1, p. 352.
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