31 DE ENERO
“TE ENTREGARÉ TESOROS ESCONDIDOS”
Yo te entregaré tesoros escondidos, riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor (Isaías 45:3, DHH).
En 2010, Fenn Forrest, un magnate y excéntrico coleccionista de arte, escondió un cofre repleto de ¨cientos de piezas de oro y rubíes, ocho esmeraldas, dos zafiros de Ceilán, muchos diamantes, dos antiguas tallas de jade chinas y pulseras de oro precolombino…”, * valorado en dos millones de dólares. ¿Para qué? “Para que la gente se levante de sus sofás”, según él mismo explicó. A fin de que los interesados pudieran encontrar este tesoro, dejó nueve pistas en un poema de veinticuatro versos, que publicó en el libro que contiene sus memorias: The Thrill of the Chase [La emoción de la búsqueda].
¡Y la gente se movió del sofá! Más de sesenta mil personas se lanzaron a la búsqueda del tesoro escondido. Muchos dejaron sus trabajos, otros gastaron todo lo que tenían e incluso hubo quienes murieron en el intento. Finalmente, en 2020, el mismo Forrest aseguró que un hombre había encontrado el tesoro en las Montañas Rocosas.
Esto me recuerda que Jesús dijo que el reino de Dios es como un “tesoro escondido”, y que cuando uno lo encuentra debería estar dispuesto a vender “todo lo que tiene” (Mateo 13:44) con tal de adquirirlo. Pero ¿estamos interesados en encontrar el tesoro celestial? ¿O nos interesan más los tesoros terrenales? Creo que aquellos que se empeñaron en encontrar el tesoro de las Montañas Rocosas deberían inspirarnos, pero no a ir tras las riquezas, sino a darle prioridad y relevancia al tesoro divino (el único y verdadero tesoro). El profeta Isaías registró esta extraordinaria promesa: “Yo te entregaré tesoros escondidos… para que sepas que yo soy el Señor” (Isaías 45:3, DHH). Esos “tesoros escondidos” están a nuestro alcance por medio de Cristo, puesto que en él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3). Si hubo gente que arriesgó hasta su vida para encontrar el tesoro de Fenn Forrest, ¿por qué nos resulta tan complicado entender que nada es más valioso que el tesoro del reino de los cielos? El tesoro terrenal se corrompe, se pierde, es pasajero… Lo más sabio es convertirnos en buscadores incansables de los tesoros del cielo, “donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar” (Mateo 6:20, NVI).
BBC Mundo, 7 de julio de 2016.
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