02 DE MARZO
MENTE SANA EN CUERPO SANO
«Lo mismo si comen, que si beben, que si hacen cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10:31).
“Cuando algo le iba mal, se sentía desanimada o tenía un altercado con una amiga, María buscaba un lugar solitario para ingerir cantidades desproporcionadas de alimentos procesados y repletos de calorías. Comía sin restricción lo que apetecía, hasta hartarse y sentirse extremadamente incómoda. Si estaba en el trabajo y no podía salir, comía chocolatinas, galletas, caramelos y otros refrigerios que guardaba en un cajón. Se había acostumbrado a utilizar la comida para atenuar su desánimo”.* Tal vez la historia de María se parezca un poco a la tuya y te hayas estado preguntando si sufres adicción a la comida. Para saberlo con exactitud, estos son los mayores indicadores de dependencia alimentaria:
No puedes dejar de pensar en comer o de preocuparte por qué comerás más tarde.
Consumes cantidades excesivas de tus alimentos preferidos.
Comes, aunque no tengas hambre.
Después de comer en exceso, experimentas vergüenza y culpabilidad.
En ocasiones comes a escondidas y mientes sobre lo que has comido.
Cada vez que te sientes triste, ansiosa o estresada, te consuelas comiendo.
Por más que te has propuesto acabar con esa conducta, terminas recayendo.
Si crees que sí, que tienes un pequeño problema de adicción a la comida, es hora de buscar ayuda. ¿Por qué? Porque la enfermedad y la obesidad están a la vuelta de la esquina; y porque la vida espiritual sufre cuando hay una adicción (se pierden las, ganas de orar, se alberga una autoimagen negativa, se encierra una porque no quiere estar con gente). Empieza por lo más básico: recordar el plan original de Dios para la nutrición humana (ver Gén. 1: 29): alimentos sencillos, de la huerta y los árboles, y en su estado natural, consumidos en cantidades moderadas. ¿Sabes qué? Es prácticamente imposible que los alimentos en su estado natural, tal como se recogen, creen adicción. También es básico tener siempre en cuenta que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6: 19-20). Después de grabar en tu mente lo básico, ve a lo esencial: busca a Dios. Pídele ayuda, halla tu fuerza de voluntad en él. No olvides que hay gente dispuesta a echarte una
Y durante todo el proceso, no pierdas de vista el gran motivador espiritual: todo lo que hagas, hazlo para la gloria de Dios.
«Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago».
Cervantes.
* Julián Melgosa, Soy cristiano… ¿y tengo una adicción? (Doral, Florida: IADPA, 2017), pp. 24-26.
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VIRTUOSA
Devoción Matutina Para Mujeres 2024
Narrado por: Sirley Delgadillo
Desde: Bucaramanga, Colombia
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03 DE MARZO
ESTOY EN DEUDA
«¡Hagan justicia al débil y al huérfano! ¡Hagan justicia al pobre, al necesitado! ¡Libren a los débiles y pobres, y defiéndanlos de los malvados!» (Sal. 82:3-4).
-Creo que no puedo dar un paso más -afirmó Martín.
Yo tampoco -replicó su amigo.
-Lo sé -añadió Martín con desánimo-, qué te parece si nos vamos.
Corría el año 1497. Martín Lutero tenía a la sazón catorce años y estaba intentando costearse su educación, para lo cual salía por las calles con su amigo pidiendo limosna a cambio de cantar. Cuando ya habían asimilado que pasarían la noche con hambre y frío, sus cantos infantiles resonaron en el corazón de una mujer sensible y cristiana llamada Úrsula Cotta, que los había estado observando desde la ventana de su casa. Úrsula era una mujer adinerada y había visto a Martín y a su amigo cantando en el coro de la iglesia. Tras ser testigo de la rudeza de la gente hacia los muchachos, se sintió conmovida.
Úrsula abrió de par en par las puertas de su casa e indicó a los dos muchachos que entraran. Les habló con amabilidad. Lutero, impresionado por aquella mujer generosa, se echó a llorar. Pronto descubrieron que los padres de Martín eran parientes del esposo de ella, y la mujer decidió invitarlo a vivir con ellos en la casa. Úrsula y su esposo apoyaron económicamente a Lutero hasta 1501, cuando se marchó a la Universidad de Erfurt.*
Los actos de bondad. ¡Qué impacto tan inmenso tienen en la vida de la gente! Yo misma fui beneficiaria de uno hace muchos años. Una familia me abrió las puertas de su casa en Estados Unidos cuando yo tenía apenas diecisiete años y, con cariño y dulzura, me llevaron al conocimiento de la Biblia. A ellos les debo mi despertar espiritual y un cambio de vida que dura hasta el día de hoy.
Lutero, el instrumento que Dios utilizó para hacer salir a Europa del oscurantismo religioso, se vio tremendamente bendecido por una mujer rica pero sencilla. Ella es un ejemplo de benevolencia cristiana, una inspiración a hacer el bien, ayudar al necesitado y ser un instrumento de Dios para llevar amor al mundo. Porque el amor importa; la amabilidad importa; hacer el bien a una sola alma importa. Y porque cada vez que delante de mí haya un ser humano que necesita ayuda, estoy en deuda con él. ¿Y tú?
«Somos deudores de todo ser humano a quien podamos ayudar».
Elena G. de White.
* James Anderson, Ladies of The Reformation (Edimburgo: Blackie and Son, 1855), pp. 33-44.
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Narrado por: Sirley Delgadillo
Desde: Bucaramanga, Colombia
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