11 DE ENERO
LIBRES DEL LEGALISMO
“Pero él respondió: ‘Todos estos años he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste. Y en todo ese tiempo, no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos’” (Luc. 15:29, NTV)
Si el legalismo es tan peligroso, ¿por qué es tan común? ¡Porque es atractivo! A simple vista, el legalismo parece más sencillo que razonar y hacer exégesis bíblica; solo se trata de cumplir con una lista de requisitos. El legalismo también hace que nos sintamos superiores, más escrupulosos y devotos que los demás. Pero, sobre todo, el legalismo nos da un falso sentido de seguridad. Si leemos la Biblia, oramos y vamos a la iglesia, creemos que entonces Dios nos protegerá. A un nivel básico, el legalismo implica intentar controlar a Dios a través de nuestros esfuerzos. (Es el equivalente moderno de sacrificar a una virgen en un volcán.)
El legalismo es transaccional; no nos humilla con gracia inmerecida. El legalismo es práctico, simplifica cualquier situación a blanco y negro, y evita así disonancias cognitivas. “Muchos usamos al legalismo como una muleta espiritual”, escribe Sharon Hodde Miller en Nice [Agradable]. “Preferimos categorías claras y ordenadas que no requieran que pensemos, que confiemos, que caminemos en la fe o que nos ensuciemos las uñas”. Aunque Dios nos llama a orar, a leer la Biblia ya obedecer, estas disciplinas espirituales no son herramientas para controlar los resultados. Son formas de acercarnos a Dios, aceptando el misterio y complejidad que esto implica.
Para renunciar al legalismo debemos aceptar nuestra vulnerabilidad y absoluta dependencia. Abrir el corazón a la gracia implica perder la ilusión del control. “Por definición, no podemos ‘calificar’ para obtener gracia de ninguna manera, por ningún medio o mediante ninguna acción”, escribe Sinclair Ferguson en El Cristo completo. “Por lo tanto, comprender la gracia de Dios, es decir, comprender a Dios mismo, es lo que desmorona al legalismo”. La gracia es el único antídoto eficaz. La gracia transforma nuestra imagen de nosotras mismas y la imagen que tenemos de Dios. La gracia nos revela que Dios no es un ser punitivo e iracundo que debe ser aplacado, sino un padre amante. La gracia de Dios es una fuerza implacable; no podemos domesticarla ni manipularla. Sin embargo, si nos dejamos llevar por su caudal, descubriremos una libertad y belleza insospechadas.
Señor, gracias por salvarme por medio de Jesús. Hoy acepto que dependo absolutamente de ti y abro mi corazón a tu gracia. Muéstrame la belleza de tu amor por mí. Amén.

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SIN MIEDOS NI CADENAS
Devoción Matutina Para Mujeres 2022
Narrado por: Sirley Delgadillo
Desde: Bucaramanga, Colombia
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