23 DE AGOSTO
SIEMPRE CONMIGO
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (Luc. 15:31).
En la famosa parábola del hijo pródigo, el hijo mayor no quiere entrar a la fiesta de bienvenida para su hermano. A pesar de que su padre le ruega, el hijo mayor contesta: “He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo” (Luc. 15:29, 30). Más allá de la envidia, el problema del hermano mayor era su tendencia a querer controlarlo todo; incluido su padre.
A veces tratamos a Dios como si fuera una tarjeta de lealtad. Creemos que si juntamos suficientes “puntos de obediencia” lograremos que Dios nos dé una magdalena de regalo: un buen trabajo, un marido honesto, hijos sanos… ¡Pero esta fe transaccional no es más que legalismo! Si nos sentimos ofendidas cuando Dios recibe a la hermana pródiga con una canasta de magdalenas, es porque creímos que podíamos manipular a Dios con nuestra obediencia.
Nuestra obediencia no es una póliza de seguro contra las injusticias. Tres valientes hombres del Antiguo Testamento comprendieron esto a la perfección: Sadrac, Mesac y Abed-Nego. En su heroica respuesta al rey Nabucodonosor, reafirmaron que Dios sí podía salvarlos del horno ardiente: “Pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses” (Dan. 3:18, NTV, énfasis agregado). “Pero aunque no lo hiciera”; cinco valientes palabras que condensan una verdad teológica importante: nuestra obediencia no depende de lo que Dios haga, sino de quién él es. En su libro Be Victorious [Sé victorioso], Helen Roberts explica: “Nuestra obediencia nunca debiera estar determinada por lo que Dios hace, o no hace, por nosotros”. La obediencia no es transaccional, sino relacional.
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas,” dijo el padre de la parábola (Luc. 15:31). ¡No te pierdas la ternura de esta respuesta! Dios dice: “Tú estás conmigo. Las magdalenas no son lo mejor que te puedo dar; ¡yo soy lo mejor! Estar a mi lado es la recompensa más abundante”. Para librarnos del legalismo transaccional, Dios nos recuerda nuestra verdadera identidad. No somos empleadas que trabajan por migajas. Somos hijas amadas y herederas.
Señor, quiero obedecerte por amor, no por miedo o manipulación. Ayúdame a madurar en la fe. Abro mi corazón a tu gracia y mi mente a tu corrección. Gracias, porque aun cuando mis motivaciones no son perfectas, tú me amas y quieres estar a mi lado. Gracias porque tu amor perfecto suple todas mis necesidades.

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SIN MIEDOS NI CADENAS
Devoción Matutina Para Mujeres 2022
Narrado por: Sirley Delgadillo
Desde: Bucaramanga, Colombia
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