25 DE JUNIO
EL SALMO GEMELO – 1A PARTE
Cuando tengo miedo, confío en ti. Salmo 56:3, DHH.
Luego de que me diagnosticaron ataques de pánico, asistí a mi primera visita a una terapeuta, quien tenía un péndulo en su mano. Le dije que yo era cristiana y no creía en ese método de trabajo, y que no regresaría más. Cuando llegué a mi casa, me arrodillé y le pedí a Dios que fuera mi terapeuta. Dios me inspiró para realizar una revisión de los textos sobre el miedo en la Biblia. Luego de unos meses pude volver a mis labores profesionales. Este libro es un resultado de la terapia que Dios sigue completando en mi vida.
Aquel cuyo corazón está resuelto a servir a Dios encontrará oportunidades para testificar en su favor. Las dificultades serán impotentes para detener al que esté resuelto a buscar primero el reino de Dios y su justicia… Aquel cuya palabra es verdad promete ayuda y gracias suficientes para toda circunstancia. Sus brazos eternos rodean al alma que se vuelve a él en busca de ayuda. Podemos reposar confiadamente en su solicitud, diciendo: “En el día que temo, yo en ti confío”. Salmo 56:3. Dios cumplirá su promesa con todo aquel que deposite su confianza en él (HAp, p. 372, 373).
El “Salmo gemelo”, por su gran parecido con el Salmo 57, fue escrito por David en las más extremas circunstancias:
David parecía privado de todo apoyo humano. Había perdido todo lo que apreciaba en la tierra. Saúl lo había expulsado de su país; los filisteos lo habían echado de su campamento; los amalecitas habían saqueado su ciudad; sus esposas e hijos habían sido hechos prisioneros; y sus propios amigos y familiares se habían unido contra él y hasta lo amenazaron con la muerte… Repasó su vida agitada por tantos acontecimientos. ¿En qué circunstancias lo había abandonado el Señor? Su alma se refrigeró recordando las muchas evidencias del favor de Dios. Los hombres de David, por su descontento y su impaciencia, hacían doblemente penosa su aflicción; más el hombre de Dios, teniendo aún mayores motivos para acongojarse, se portó con valor. “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmo 56:3), fue lo que expresó su corazón. Aunque no lograba ver una salida de esta dificultad, Dios podía verla, y le enseñaría lo que debía hace (PP, p. 681).
Cuando confiamos en Dios, no necesitamos saber las respuestas. “Nuestros miedos no evitan la muerte, frenan la vida” (Elizabeth Kübler-Ross).
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HIJA MÍA, NO TENGAS MIEDO
Devoción Matutina Para Mujeres 2023
Narrado por: Sirley Delgadillo
Desde: Bucaramanga, Colombia
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