09 DE NOVIEMBRE
JESÚS ES LA SOLUCIÓN
Su garganta es un sepulcro abierto, y con su lengua engañan. ¡En sus labios hay veneno de serpientes! (Romanos 3: 13).
SE ACERCABA LA SANTA CENA Y EN ESA FAMILIA HABÍA PROBLEMAS. Ella se sentía entre la espada y la pared por el enojo que había entre su madre y su esposo. Su madre había dicho cosas hirientes sobre su esposo, y como ese tipo de comentarios se hacían desde tiempo atrás, él se cansó. Aunque todos asistían a la misma iglesia, él no volvió a hablarle a su suegra.
La suegra, que notó el alejamiento, se disculpó queriendo arreglar la situación, pero este yerno no estaba dispuesto a perdonar. Estaba harto de escuchar mentiras, ironías y malos tratos por parte de su suegra y esta vez parecía no haber solución
Fue en esa instancia cuando la esposa acudió a mí para que intercediera entre las partes enemistadas. Me explicó que su esposo tenía razón en enojarse, pero que aun así ella era su madre y le dolía que estuvieran enemistados. Al hablar con la suegra reconoció en parte que el problema se había suscitado por su manera de hablar y estaba dispuesta a reconciliarse. Luego hablé con él y se desahogó. Con una mezcla de enojo e impotencia me preguntó: «¿Hasta cuándo pastor la voy a tener que perdonar? Lleva cincuenta años en la iglesia, pero tiene la lengua de una víbora que ni siquiera los ateos la tienen. Vive ofendiendo y, ¿hay que disculparla porque ya está anciana? Yo puedo reconciliarme otra vez, pero sé que no será la última pelea que tengamos por este problema».
En la carta que Pablo les escribiera a los romanos, explica claramente que ante la vista divina nadie es justo, «por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3:23). Entre las características que poseen los pecadores, su boca se asemeja a un «sepulcro abierto», «engaña» y hiere a los demás como si tuviera «veneno».
Pero, aunque eso es verdad, los hijos de Dios estamos llamados a ser diferentes y esa diferencia también debe notarse en la manera de hablar. No podemos permitir que de nuestros labios salgan palabras ofensivas e hirientes, por el solo hecho de estar enojados o por no querer a alguien.
En la misma carta Pablo expresó: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Rom. 7: 24). Y al hablar del cuerpo, podríamos específicamente mencionar la boca y el texto quedaría así: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de esta boca de muerte?». El versículo siguiente tiene la solución para todos nosotros: «Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (vers. 25).
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EJEMPLOS Y ENSEÑANZAS DE LAS ESCRITURAS
Devoción Matutina para Jóvenes 2022
Narrado por: Daniel Ramos
Desde: Connecticut, Estados Unidos
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