10 DE MARZO
PELIGROS DE LA DESUNIÓN
Entre Roboán y Jeroboán hubo siempre constantes guerras (1 Reyes 14: 30).
DIOS LE DIJO A LOS ISRAELITAS, A TRAVÉS DE MOISÉS, al pie del monte Sinaí: «Si ahora ustedes prestan oído a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece» (Exo. 19:5). Israel fue elegido por Dios como un pueblo especial, diferente, un pueblo que gozo de las verdades celestiales reveladas para ser una luz al mundo.
Quinientos años más tarde de aquel suceso en el Sinaí poco recordaban los hebreos que eran un especial tesoro para Dios. Las diez tribus del norte bajo el reinado de Jeroboam estuvieron en guerra contra Judá y Benjamín, al mando de Roboam, por más de una década. Esa guerra entre hermanos de sangre los llevó a tener enfrentamientos y luchas por el poder olvidándose la identidad que poseían con Dios. Las Escrituras resumen ese período sangriento de los israelitas diciendo: «Entre Roboán y Jeroboán hubo siempre constantes guerras».
En nuestros tiempos, los hijos de Dios corremos el mismo peligro de estar divididos si nos olvidamos quiénes somos y cuál es nuestra misión. Lamentablemente hay iglesias que están divididas por luchas internas para obtener poder, por viejos rencores, por opiniones diferentes, por discriminación cultural o racial. Los problemas que los israelitas tuvieron no son tan distintos a los nuestros. Así como el enemigo dividió al pueblo escogido y los llevó a luchar entre sí, nosotros también corremos el riesgo de fraccionarnos si le prestamos atención a las diferencias que poseemos.
La mensajera del Señor nos amonesta; «El mundo mira con satisfacción la desunión de los cristianos. Los incrédulos se regocijan. Dios desea que se realice un cambio en su pueblo. La unión con Cristo y los unos con los otros constituye nuestra única salvaguardia en estos últimos días. No dejemos a Satanás la posibilidad de señalar con el dedo a los miembros de nuestra iglesia, diciendo: “Mirad como éstos, que se hallan bajo el estandarte de Cristo, se aborrecen unos a otros. Nada necesitamos temer de ellos, puesto que gastan más energías luchando unos contra otros que combatiendo a mis fuerzas”» (Elena G. White, Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 251).
No conozco tu iglesia. Tampoco te conozco a ti, pero sé que juntos podemos hacer algo para que nuestra iglesia esté unida: orar. Antes de iniciar las actividades de hoy, te invito a que juntos oremos por la unidad de cada iglesia en particular y del pueblo adventista en general.
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EJEMPLOS Y ENSEÑANZAS DE LAS ESCRITURAS
Devoción Matutina para Jóvenes 2022
Narrado por: Daniel Ramos
Desde: Connecticut, Estados Unidos
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