10 DE NOVIEMBRE
ACEPTANDO A TODOS
Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las personas (Santiago 2: 1).
LA DISCRIMINACIÓN Y LA ACEPCIÓN DE PERSONAS forman parte de las consecuencias que el pecado introdujo en las relaciones humanas. El color de piel, la nacionalidad, el género, el status social y el nivel cultural fueron utilizados para menoscabar a aquellos individuos que no pertenecían a la mayoría.
El cristianismo no estuvo ajeno a la discriminación étnica ni social y fueron los apóstoles quienes lucharon para que la iglesia tuviera un trato igualitario con todos. Por esta razón se creó el diaconado, ya que como las viudas griegas eran desatendidas en la distribución diaria de alimentos, se eligieron a siete hombres de origen griego para que participaran y atendieran las necesidades de estas mujeres (Hech. 6: 1-7).
Asimismo, Santiago expresó en su carta que la discriminación social no es compatible con la fe de Cristo y que quienes hacen acepción de personas, cometen pecado y «son culpables ante la ley» (Sant. 2:9).
Tristemente, con el paso del tiempo, el cristianismo pareció olvidar que Jesús murió por todos los hombres y la discriminación estuvo presente como parte de la fe cristiana. «Durante la Edad Media, las clases elevadas, los grupos económicos en ascenso y las hermandades y cofradías ocupaban espacios privilegiados en los edificios religiosos. Según la categoría del muerto, se lo sepultaba dentro de ellos o en el camposanto (tierra consagrada a la religión) contiguo. En forma paralela, quedaban excluidos de los templos los marginados de Occidente: los herejes, los leprosos, los judíos, los locos, los brujos, los sodomitas, los tullidos y los inválidos y los extranjeros» (Adrián Melo, ¿Vivir o sobrevivir?, p. 198)
«Porque de tal manera amó Dios al mundo» (Juan 3: 16), versa uno de mis textos favoritos de las Escrituras, pero qué triste sería si dijera: «Porque de tal manera, amó Dios solo a los ricos», o «Porque de tal manera, amó Dios solo a los americanos». El amor divino por este mundo caído no conoce fronteras: todos los hijos de Adán están incluidos y eso es lo maravilloso de su amor.
Nosotros, seguidores de Cristo e hijos de Dios, debemos luchar para que nuestro amor se asemeje al de nuestro Padre. Porque más allá de la educación que hayamos recibido o la influencia que hemos visto en nuestro hogar, Dios nos invita a que aceptemos a todos, así como él nos aceptó a nosotros.
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EJEMPLOS Y ENSEÑANZAS DE LAS ESCRITURAS
Devoción Matutina para Jóvenes 2022
Narrado por: Daniel Ramos
Desde: Connecticut, Estados Unidos
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