17 DE ABRIL
LA OFRENDA POR EL PECADO

«Su sacrificio al Señor será un carnero sin ningún defecto, cuyo valor tú deberás calcular, y el cual deberá él tomar del rebaño y llevárselo al sacerdote como sacrificio por la culpa» (Levítico 6: 6).

La persona debía presentar una ofrenda tanto por los pecados que conscientemente cometía como por aquellos errores involuntarios. La única forma como Dios podía perdonar los pecados era mediante el derramamiento de la sangre de una víctima inocente (Hebreos 9: 22). Visualízate por un momento en la escena: te has equivocado y reconoces el error, por lo tanto, vas y tomas un carnero de tu propiedad para llevarlo al altar. Te das cuenta de que el animal no pone resistencia, confía en ti, no intuye lo que va a ocurrir, su mirada es pacífica. Esa mirada se dirige a ti como si fueran simplemente de paseo para después regresar a casa. Cuando llegan al santuario, el sacerdote lo revisa para comprobar que no tiene algún defecto. Entonces, miras cómo lo colocan sobre el altar; de repente, el cuchillo lo degüella y la sangre brota a raudales
La escena no es grata, conforme te acercabas al altar tu corazón empezaba a latir más de prisa porque tú sí sabías qué iba a ocurrir. Quedaste impresionado con lo que viste. Finalmente, el sacerdote te dice que estás reconciliado con Dios y regresas a casa con una mezcla de sentimientos entre el gozo de la reconciliación y el impacto de la muerte del carnero.
Dios dispuso que la escena no fuera grata. Es la forma en que Dios nos indica el precio de nuestra salvación: la muerte del Hijo de Dios. El Eterno no quiere que olvidemos que la consecuencia de la desobediencia es la muerte. El Señor desea impactarnos, de tal manera que cuando recordemos la cruz pensamos en el amor de Dios, pero también en la amarga experiencia para su Hijo de una muerte inmerecida, dolorosa y vergonzosa, todo por amor a nosotros para evitarnos morir sin esperanza.
Cada persona debía ofrecer una víctima como reconocimiento por su pecado. Nadie quedaba excluido, incluso, los mismos sacerdotes la ofrecían por sus propios pecados (Levítico 4: 3). Hoy podemos reconocer que Jesucristo es nuestro Sacerdote en el cielo. Él ejerce el sacerdocio perfecto, pues no tiene que ofrecer sacrificio por errores personales. Es el único que vivió una vida perfecta en esta tierra (Hebreos 7: 26-27). Finalmente, descubrimos también que él es la ofrenda perfecta.
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SIGUIENDO LAS HUELLAS
Devoción Matutina Para Menores 2023
Narrado por: Linda Rumrrill
Desde: Gran Canaria, España
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