29 DE DICIEMBRE
SACRIFICIO DIVINO
Mi siervo tendrá éxito, será levantado y puesto muy alto (Isaías 52:13).
Jesús fue puesto muy alto cuando su cuerpo pendió de la cruz en el Monte Calvario; fue puesto muy alto cuando en virtud de su triunfo resucitó y ascendió al cielo para asumir su posición en el trono celestial; es puesto muy alto, cuando hoy lo predicamos y las personas rinden su vida a él. En primera instancia, el profeta Isaías destaca el asombro de muchos al ver el rostro de Jesucristo desfigurado. Si bien es cierto que los severos castigos que padeció físicamente lo desfiguraron al extremo de que ya no parecía hombre, la razón primordial por la que los reyes de la tierra se quedaron atónitos es cuando comprendieron por qué llegó hasta esa condición: para ocupar el lugar que les correspondía (vers. 14-15).
«No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente» (53: 2). Físicamente, Jesús era fuerte, sano y atractivo; no obstante, en los parámetros humanos de aquellos días y los actuales, no tenía nada atrayente: es decir, cuando afirmó que todos debían volverse como niños para entrar al reino; que debían servir a los demás; que por aceptarlo muchos experimentarían rechazo, entonces no les pareció atractivo su ofrecimiento de seguirlo.
«Todos nosotros nos perdimos como ovejas» (vers. 6). Lo maravilloso de la gracia es que en la época de Israel la oveja moría en lugar de la persona, pero hoy entendemos que el divino Pastor vino a morir por las ovejas. Israel entendía por qué sus ciudadanos eran representados por una oveja: eran las más ingenuas de los animales, comían lo que encontraban, tropezaban muchas veces en el mismo sitio y sucumbían fácilmente al ataque de cualquier animal. Por lo tanto, representan cabalmente nuestra condición. Jesús no solo asumió la condición de oveja, sino que vino a servir y a morir cruel y humillantemente.
Él se quedó callado, sin abrir la boca» (vers. 7). El juicio al que Jesús fue sometido es el más injusto de la historia. No se respetó su silencio, de tal manera que ninguna palabra suya pudo usarse en su contra porque no la pronunció. En cambio, las autoridades pagaron a personas para que fungieran como falsos testigos. No obstante, cuando habló durante su ministerio, no «hubo engaño en su boca» (vers. 9). En ese contexto, Jesús, «cuando lo insultaban, no contestaba con insultos; cuando lo hacían sufrir, no amenazaba» (1 Pedro 2: 23).
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SIGUIENDO LAS HUELLAS
Devoción Matutina Para Menores 2023
Narrado por: Linda Rumrrill
Desde: Gran Canaria, España
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