MIÉRCOLES 01 DE NOVIEMBRE
NUESTRAS EXCUSAS: CONFRONTACIONES INCÓMODAS
Cuando Jonás conoció el propósito que Dios tenía de perdonar a la ciudad, que, a pesar de su maldad había sido inducida a arrepentirse en saco y ceniza, debiera haber sido el primero en regocijarse por la asombrosa gracia de Dios; pero en vez de hacerlo permitió que su mente se espaciase en la posibilidad de que se le considerase falso profeta. Celoso de su reputación, perdió de vista el valor infinitamente mayor de las almas de aquella miserable ciudad. Pero al notar la compasión manifestada por Dios hacia los arrepentidos ninivitas “Jonás se apesadumbró en extremo, y enojóse.” Preguntó al Señor: “¿No es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me precaví huyendo a Tarsis: porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo a enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” Jonás 4:1, 2.

Una vez más cedió a su inclinación a dudar, y una vez más fue abrumado por el desaliento. Perdiendo de vista los intereses ajenos, y dominado por el sentimiento de que era preferible morir antes que ver sobrevivir la ciudad, exclamó, en su desconformidad: “Ahora pues, oh Jehová, ruégote que me mates; porque mejor me es la muerte que la vida” (Profetas y reyes, p. 202, 203).

Esto constituye una lección para los mensajeros que Dios envía hoy, cuando las ciudades de las naciones necesitan tan ciertamente conocer los atributos y propósitos del verdadero Dios, como los ninivitas de antaño. Los embajadores de Cristo han de señalar a los hombres el mundo más noble, que se ha perdido mayormente de vista. Según la enseñanza de las Sagradas Escrituras, la única ciudad que subsistirá es aquella cuyo artífice y constructor es Dios. Con el ojo de la fe, el hombre puede contemplar el umbral del cielo, inundado por la gloria del Dios viviente. Mediante sus siervos el Señor Jesús invita a los hombres a luchar con ambición santificada para obtener la herencia inmortal. Les insta a hacerse tesoros junto al trono de Dios (Profetas y reyes, pp. 204, 205).

En la dádiva de su Hijo para nuestra redención, Dios demostró cuánto valor atribuye a toda alma humana, y a nadie autoriza para hablar desdeñosamente de su semejante. Veremos defectos y debilidades en los que nos rodean, pero Dios reclama cada alma como su propiedad, por derecho de creación, y dos veces suya por haberla comprado con la sangre preciosa de Cristo. Todos fueron creados a su imagen, y debemos tratar aun a los más degradados con respeto y ternura. Dios nos hará responsables hasta de una sola palabra despectiva hacia un alma por la cual Cristo dio su vida…

El que vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás. Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar (El discurso maestro de Jesucristo, p. 52).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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