MARTES, 04 DE ABRIL
EL JUICIO CELESTIAL
Mientras los discípulos estaban mirando arriba para recibir la última vislumbre de su Señor que ascendía, él fue recibido en las gozosas filas de los ángeles celestiales. Mientras estos ángeles lo escoltarán a los atrios de arriba, cantaban triunfalmente: “Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor; al que cabalga sobre los cielos de los cielos…. Atribuid fortaleza a Dios: sobre Israel es su magnificencia, y su poder está en los cielos”. Salmo 68:32-34.

Los discípulos estaban todavía mirando fervientemente hacia el cielo cuando “he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. Hechos 1:10, 11.

La promesa de la segunda venida de Cristo habría de mantenerse siempre fresca en las mentes de sus discípulos. El mismo Jesús a quien ellos habían visto ascender al cielo, vendría otra vez, para llevar consigo a aquellos que aquí estuvieran entregados a su servicio (Los hechos de los apóstoles, pp. 26, 27).

Cristo se humilló para encabezar a la humanidad, para afrontar las tentaciones y sobrellevar las pruebas que los hombres deben arrastrar de parte del enemigo caído, a fin de saber cómo socorrer a los que son tentados.

Y Cristo ha sido hecho nuestro Juez. No es el Padre el Juez. Tampoco lo son los ángeles. Nos juzgará Aquél que se revistió de nuestra humanidad y vivió una vida perfecta en este mundo. Él solo puede ser nuestro Juez. ¿Os acordaréis de ello, hermanos y hermanas? ¿Lo recordaréis también, vosotros los predicadores? ¿Y vosotros también, padres y madres? Cristo se revistió de nuestra humanidad para poder ser nuestro Juez. Ninguno de vosotros ha sido designado para juzgar a otros. Todo lo que podéis hacer es corregiros a vosotros mismos. Os exhorto, en el nombre de Cristo, a obedecer la orden que os da, de no sentaros jamás en el sitial del juez. Día tras día, este mensaje ha repercutido en mis oídos: “Bajad del estrado del tribunal. Bajad de él con humildad” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 149).

Y Dios “le ha dado potestad de ejecutar juicio, por cuanto él es Hijo del hombre”. Porque gustó las mismas heces de la aflicción y tentación humanas, y comprende las debilidades y los pecados de los hombres; porque en nuestro favor resistió victoriosamente las tentaciones de Satanás y tratará justa y tiernamente con las almas por cuya salvación fue derramada su sangre, por todo esto, el Hijo del hombre ha sido designado para ejecutar el juicio.

Pero la misión de Cristo no era juzgar, sino salvar. “No envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él”. Y delante del Sanedrín, Jesús declaró: “El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida”. Juan 5:24 (El Deseado de todas las gentes, p. 181).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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