JUEVES, 04 DE NOVIEMBRE
“VUESTRA SABIDURÍA Y VUESTRA INTELIGENCIA”

Hoy día, las personas a quienes el Señor ha dado gran luz únicamente estarán seguras caminando en la senda del Señor, colocándose donde él pueda llevar a cabo su voluntad por medio de ellas. Dios hará grandes cosas para los que aprendan de él sin depender de su propio consejo, sino de Aquel que nunca comete un error. Nuestra seguridad, nuestra sabiduría, dependen de reconocer las instrucciones de Dios y prestarles oídos. El conocimiento más valioso que podamos obtener es el conocimiento de Dios. Los que caminen humildemente delante de él, amándole soberanamente y obedeciendo su Palabra, recibirán la bendición de la sabiduría. Se les dará el conocimiento del cielo para impartirlo a otros. La sabiduría es un don de Dios que debe conservarse libre de toda contaminación. Su posesión hace que todo individuo a quien se confiera este don tiene la obligación de glorificar a Dios bendiciendo a sus prójimos. Siempre debe tener en cuenta el temor de Jehová, preguntándose a cada paso: “¿Es este el camino del Señor?” (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 1026).

Tenemos que ir a Dios con fe y derramar nuestras súplicas ante él, creyendo que obrará en nuestro favor y en el de otros a quienes tratamos de salvar. Hemos de dedicar más tiempo a la oración ferviente. Con la confiada fe de un niñito hemos de ir a nuestro Padre celestial para contarle todas nuestras necesidades. Él siempre está listo para perdonar y ayudar. Es inagotable la provisión de sabiduría divina, y el Señor nos anima para que nos sirvamos abundantemente de ella. El anhelo que debiéramos tener de las bendiciones espirituales se describe en las palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos que nuestra alma sienta un hambre más profunda de los ricos dones que el cielo tiene para conferirnos. Debemos sentir hambre y sed de justicia (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1165).

Se aprecia la sal por sus propiedades preservadoras; y cuando Dios llama sal a sus hijos, quiere enseñarles que se propone hacerlos súbditos de su gracia para que contribuyan a salvar a otros. Dios escogió a un pueblo ante todo el mundo, no únicamente para adoptar a sus hombres y mujeres como hijos suyos, sino para que el mundo recibiese por ellos la gracia que trae salvación. Tito 2:11…

El sabor de la sal representa la fuerza vital del cristiano, el amor de Jesús en el corazón, la justicia de Cristo que compenetra la vida. El amor de Cristo es difusivo y agresivo. Si está en nosotros, se extenderá a los demás. Nos acercaremos a ellos hasta que su corazón sea enternecido por nuestro amor y nuestra simpatía desinteresada. De los creyentes sinceros mana una energía vital y penetrante que infunde un nuevo poder moral a las almas por las cuales ellos trabajan. No es la fuerza del hombre mismo, sino el poder del Espíritu Santo, lo que realiza la obra transformadora (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 33, 34).

VIERNES, 05 DE NOVIEMBRE: PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
La historia de la redención, “La ley de Dios”, pp. 140–153; Reflejemos a Jesús, 15 de abril, “Aguardar, velar y orar”, p. 111.

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2021
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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