LUNES, 05 DE SEPTIEMBRE
LOS TIEMPOS DE DIOS
No puedo leer cuál es el propósito de Dios en mi aflicción, pero él sabe qué es lo mejor, y le encomendaré mi alma, mi cuerpo y mi espíritu porque él es mi fiel Creador. “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. 2 Timoteo 1:12. Si educásemos y preparásemos nuestras almas para tener más fe, más amor, una mayor paciencia y una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, sé que tendríamos más paz y felicidad cada día a medida que pasamos por los conflictos de esta vida.

Al Señor no le agrada que nos alejemos de los brazos de Jesús a causa de nuestra impaciencia y nuestra zozobra. Es necesario que haya más espera y vigilancia serenas. Pensamos que no vamos por el camino correcto, a menos que tengamos la sensación de ello, de modo que persistimos en contemplarnos interiormente en busca de alguna señal que cuadre a la ocasión; pero no debemos confiar en nuestros sentimientos sino en nuestra fe (Mensajes selectos, t. 2, p. 277).

No necesitamos esperar que todo brille en este mundo. Las nubes y las tormentas se cernirán a nuestro alrededor, y debernos estar prepara-dos para mantener nuestros ojos dirigidos hacia donde vimos la luz por última vez. Sus rayos pueden estar ocultos, pero todavía viven, todavía brillan detrás de la nube. Es nuestra obra esperar, velar, orar y creer. Apreciaremos la luz del sol mucho más después que desaparezcan las nubes. Veremos la salvación de Dios si confiamos en él, tanto en la oscuridad como en la luz.

Todas las pruebas, todas las aflicciones, toda la paz, toda la seguridad, la salud, la esperanza, la vida y el éxito están en las manos de Dios, y él puede dirigirlos para el bien de sus hijos. Es nuestro privilegio ser suplicantes, pedirle cada cosa a Dios, someter humildemente nuestro pedido a sus sabios propósitos y voluntad infinita (Nuestra elevada vocación, p. 320).

El propósito de Dios es que su pueblo fije sus ojos en el cielo, para aguardar la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Mientras la atención de los mundanos se concentra en diversas empresas, la nuestra debería fijarse en el cielo; nuestra fe debería penetrar más y más en los gloriosos misterios del tesoro celestial, para que los preciosos y divinos rayos del Santuario celestial resplandezcan en nuestros corazones, como resplandecen en el rostro de Jesús. Los burladores se mofan de los que esperan y velan, y preguntan: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?”. Los que aguardan miran hacia lo alto y responden: “Estamos velando”. Y al apartarse de los placeres terrenales y la fama mundanal, y del engaño de las riquezas, demuestran que han asumido .esa actitud. Al velar, se fortalecen; vencen la negligencia, el egoísmo y el amor a la comodidad. Los fuegos de la aflicción arden sobre ellos, y el tiempo de espera parece largo. A veces se entristecen y la fe flaquea; pero se unen de nuevo, vencen sus temores y dudas, y mientras sus ojos están dirigidos al cielo, le dicen a sus adversarios: “Estamos velando, estamos esperando el regreso de nuestro Señor. Nos gloriaremos en la tribulación, en la aflicción, en las necesidades” (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 176, 177)

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
III TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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