SÁBADO DE TARDE, 06 DE NOVIEMBRE
LA LEY Y LA GRACIA

Los hijos y las hijas de Dios se sienten impulsados a perseverar en la tarea de vencer cuando cada día comprenden que necesitan aprender del Espíritu Santo la senda del bien y la justicia. Ninguna obra falsa tiene lugar en su servicio. Todos los días se dan cuenta de que deben mantener firme su confianza desde el comienzo hasta el final. Cuando alguien se desvía del sendero recto, el Espíritu Santo, obrando en su mente, lo lleva a confesar su error de modo que pueda servir de advertencia para que otros no hagan lo mismo…

Nunca debería un hombre ser tan orgulloso como para no poder admitir: “Me he equivocado”. Lo menos que puede hacer después de haber pecado es dar evidencias de su tristeza y arrepentimiento. Quienes así procedan serán honrados por Dios, aunque cometan errores (Alza tus ojos, p. 246).

La ley de Dios llega hasta aquellos propósitos secretos que, aunque sean pecaminosos, con frecuencia son pasados por alto livianamente, pero que son en realidad la base y la prueba del carácter. Es el espejo en el cual ha de mirarse el pecador si quiere tener un conocimiento correcto de su carácter moral. Y cuando se vea a sí mismo condenado por esa gran norma de justicia, su siguiente paso debe ser arrepentirse de sus pecados y buscar el perdón mediante Cristo. Al no hacer esto, muchos tratan de romper el espejo que les revela sus defectos, para anular la ley que señala las tachas de su vida y su carácter.

Vivimos en un siglo de gran impiedad. Las multitudes están esclavizadas por costumbres pecaminosas y malos hábitos, y son difíciles de romper los grillos que las atan. Como un diluvio, la iniquidad está inundando la tierra… Y, sin embargo, hombres que profesan ser atalayas en las murallas de Sion quieren enseñar que la ley era solo para los judíos y que caducó con los gloriosos privilegios que comenzaron en la era evangélica. ¿No hay acaso una relación entre el desenfreno y el crimen imperantes, y el hecho de que los ministros y sus fieles sostienen y enseñan que la ley no está más en vigencia? (Mensajes selectos, t. 1, pp. 256, 257).

El pecador no puede depender de sus propias buenas obras como un medio de justificación. Debe llegar hasta el punto donde renuncia a todos sus pecados y acepta un grado tras otro de luz a medida que brillen sobre su sendero. Por la fe sencillamente echa mano Dios, las cuales mediante Cristo son hechas para él santificación, justificación y redención. Y si sigue a Jesús caminará humildemente en la luz, regocijándose en esta y difundiéndola a otros. Ya justificado por la fe, marcha gozoso en su obediencia durante toda su vida. Paz con Dios es el resultado de lo que Cristo es para él. Las almas que están sujetas a Dios, que lo honran y que son hacedoras de su Palabra, recibirán iluminación divina. En la preciosa Palabra de Dios hay pureza y elevación, y también belleza que no pueden alcanzar las más elevadas facultades del hombre a menos que se reciba la ayuda de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1071).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2021
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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