LUNES, 09 DE ENERO
SI OBEDECES CABALMENTE
El libro de Deuteronomio debiera ser cuidadosamente estudiado por los que viven hoy en la tierra. Contiene un registro de las instrucciones dadas a Moisés para que él las transmitiera a los hijos de Israel. En él se repite la ley…
La ley de Dios debía ser repetida con frecuencia a Israel. Para que no se olvidaran sus preceptos, debía ser mantenida delante del pueblo y siempre había de ser exaltada y honrada. Los padres debían leerla a sus hijos, enseñándosela línea tras línea, precepto tras precepto. Y en ocasiones públicas, la ley había de ser leída para que la oyera todo el pueblo.
La prosperidad de Israel dependía de su obediencia a esta ley. Si eran obedientes, les iba a dar vida; si eran desobedientes, muerte.
Si Israel hubiese obedecido las directivas que le fueron dadas por Moisés, ninguno de los que comenzaron el viaje al salir de Egipto hubiera caído en el desierto presa de la enfermedad y de la muerte. Estaban bajo un Guía seguro. Cristo se había comprometido a guiarlos a salvo a la tierra prometida si seguían su dirección (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, pp. 1131, 1132).

La fe que es para salvación no es una fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos los que acuden a Dios mediante él. Creer

que él salvará a otros pero que no te salvará a ti, no es fe genuina. Sin embargo, cuando el alma se aferra de Cristo como de la única esperanza de salvación, entonces se manifiesta la fe genuina. Esa fe induce a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo. Su comprensión está bajo el dominio del Espíritu Santo y su carácter se modela de acuerdo con la semejanza divina. Su fe no es muerta, sino una fe que obra por el amor y lo induce a contemplar la belleza de Cristo y a asimilarse al carácter divino. Se cita Deuteronomio 30:11-14. “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, a fin de que vivas”. Deuteronomio 30:6 (Mensajes selectos, t. 1, pp. 458, 459).

El que tiene el amor de Dios derramado en el corazón, reflejará la pureza y el amor que existen en Jehová, y que Cristo manifestó en este mundo. El que ama a Dios en su corazón no tiene enemistad catara la ley de Dios, sino que rinde obediencia voluntaria a todos sus mandamientos, y esto es lo que constituye el cristianismo. El que ama en forma suprema a Dios, revelará amor a sus semejantes que pertenecen a Dios tanto por la creación como por la redención. El amor es el cumplimiento de la ley; y es deber de todo hijo de Dios prestar obediencia a sus mandamientos…
La ley de Dios, que es perfecta santidad, es la única verdadera norma de carácter. El amor se expresa en la obediencia, y el amor perfecto echa fuera el temor (Hijos e hijas de Dios, p. 53).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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