DOMINGO, 09 DE OCTUBRE
“UN SER VIVIENTE”
La vida física es algo que ha recibido cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene control sobre su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie puede arrebatarle esa vida. “Yo de mí mismo la pongo”, dijo. “En él estaba la vida”: original, no prestada, no derivada de otro. Esa vida no es inherente al hombre. Solo puede poseerla por medio de Cristo. No puede ganarla; le es dada como una dádiva gratuita si quiere creer en Cristo como su Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” ( Juan 17:3). Esta es la fuente de vida. abierta para el mundo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1104).

En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal y existente de por sí infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades (El ministerio de curación, pp. 322, 323).

Mediante el Dador de la vida, el alma es capaz de vivir por las edades eternas, y el hombre debe ejercer un cuidado especial por el alma que Cristo compró con su propia sangre… Si el valor de su alma no ha sido apreciado, si los atrios de su templo han sido [profanados] por compradores y vendedores al entregarla a la dirección y morada interior de Satanás en pensamientos o sentimientos, le ruego con profunda seriedad que no se demore en acudir a Dios en sincera oración, sin un momento de especulación ni vacilación, para decirle: “Oh Señor, le he abierto la puerta de mi corazón a tu peor enemigo, y al peor enemigo de mi alma. He actuado como si fuera capaz de salvar mi propia alma… No me atrevo a confiársela a ningún otro poder que no sea el tuyo… La deposito a tus pies. Oh Cordero de Dios, lava mi alma en la sangre del Cordero; vístela con tus ropajes de pureza y justicia (Exaltad .a Jesús, p. 209).

===================
NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
===================
|| www.drministries.org ||
===================