MIÉRCOLES, 11 DE SEPTIEMBRE
DEJANDO TODO PARA HUIR DE JESÚS
Los discípulos quedaron aterrorizados al ver que Jesús permitía que se le prendiese y atase. Se ofendieron porque sufría esta humillación para sí y para ellos. No podían comprender su conducta, y le inculpaban por someterse a la turba. En su indignación y temor, Pedro propuso que se salvasen a sí mismos. Siguiendo esta sugestión, “todos los discípulos huyeron, dejándole”. Pero Cristo había predicho esta deserción. “He aquí —había dicho—, la hora viene, y ha venido, que seréis esparcidos cada uno por su parte, y me dejaréis solo: mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Juan 16:32 (El Deseado de todas las gentes, p. 646).

Jesús quedó solo en manos de la turba asesina. ¡Oh! ¡Cómo triunfó entonces Satanás! ¡Cuánto pesar y tristeza hubo entre los ángeles de Dios! Muchas cohortes de santos ángeles, cada cual con su caudillo al frente, fueron enviadas a presenciar la escena con objeto de anotar cuantos insultos y crueldades se infligiesen al Hijo de Dios, así como cada tormento angustioso que debía sufrir Jesús, pues todos los hombres que actuaban en aquella tremenda escena habrán de volverla a ver en vivos caracteres (Primeros escritos, p. 168).

Así como el sumo sacerdote asperjaba la sangre caliente sobre el propiciatorio, mientras la fragante nube de incienso ascendía delante de Dios, de la misma manera, mientras confesamos nuestros pecados e invocamos la eficacia de la sangre expiatoria de Cristo, nuestras oraciones han de ascender al cielo, con la fragancia de los méritos del carácter de nuestro Salvador. A pesar de nuestra indignidad, siempre hemos de tener en cuenta que hay Uno que puede quitar el pecado y salvar al pecador. Cristo quitará todo pecado reconocido delante de Dios con corazón contrito. Esta creencia es la vida de la iglesia. Así como la serpiente fue levantada por Moisés en el desierto, y se pedía a todos los que habían sido mordidos por las serpientes ardientes que miraran para vivir, también el Hijo del Hombre debía ser levantado, para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

A menos que haga de la contemplación del exaltado Salvador la gran ocupación de su vida, y por la fe acepte los méritos que tiene el privilegio de reclamar, el pecador no tendrá mayores posibilidades de ser salvado de las que Pedro tenía de caminar sobre las aguas sin mirar constantemente a Jesús (Testimonios para los ministros, pp. 92, 93).

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NOTAS DE ELENA
MATERIAL COMPLEMENTARIO DE ESCUELA SABÁTICA
III TRIMESTRE DEL 2024
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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