SÁBADO DE TARDE, 11 DE FEBRERO
“A UNO DE ESTOS MIS HERMANOS PEQUEÑOS”
Los métodos para ayudar a los menesterosos deben considerarse con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque él sabe mejor que los mortales cortos de vista cómo debe cuidarse a las criaturas que él hizo…
Debemos ayudar a los que, con familias numerosas que sostener, tienen que luchar constantemente con la debilidad y la pobreza. Más de una madre viuda, con sus niños sin padre, trabaja más de lo que sus fuerzas le permiten a fin de conservar a sus pequeñuelos consigo y proveerles alimento y ropa. Muchas madres que están en esta situación han muerto por exceso de trabajo. Cada viuda necesita el consuelo de las palabras alentadoras, y muchas son las que debieran recibir ayuda material.
Algunos hombres y mujeres de Dios, con discernimiento y sabiduría, debieran ser designados para atender a los pobres y menesterosos, en primer lugar a los de la familia de la fe. Dichas personas debieran dar a la iglesia su informe y su opinión acerca de lo que debería hacerse (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 280, 281).

La Majestad del cielo identifica sus intereses con los de la humanidad que sufre. Nuestros asociados y compañeros están necesitados de bondad sincera y de tierna simpatía. Es imposible crecer en Cristo, nuestra cabeza viviente, a menos que practiquemos la lección que él nos ha dado de simpatía, compasión y amor. Es imposible reflejar la imagen de Cristo a menos que este amor, que es de origen celestial, esté en el alma. Nadie entrará por los portales de la ciudad de Dios que no refleje este atributo (Sons and Daughters of God, p. 148).

La medida de la regla de oro es la verdadera norma del cristianismo, y todo lo que no llega a su altura es un engaño. Una religión que induce a los hombres a tener en poca estima a los seres humanos, a quienes Cristo consideró de tanto valor que dio su vida por ellos; una religión que nos haga indiferentes a las necesidades, los sufrimientos o los derechos humanos, es una religión espuria. Al despreciar los derechos de los pobres, los dolientes y los pecadores, nos demostramos traidores a Cristo. El cristianismo tiene tan poco poder en el mundo porque los hombres aceptan el nombre de Cristo, pero niegan su carácter en sus vidas. Por estas cosas el nombre del Señor es motivo de blasfemia.
Acerca de la iglesia apostólica perteneciente a la época maravillosa en que la gloria del Cristo resucitado resplandecía sobre ella, leemos que “ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía”, “que no había entre ellos ningún necesitado”, que “con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”. Y, además, que “perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Hechos 4:32, 34, 33; 2:46, 47.
Podemos buscar por el cielo y por la tierra, y no encontraremos verdad revelada más poderosa que la que se manifiesta en las obra§ de misericordia hechas en favor de quienes necesiten de nuestra simpatía y ayuda. Tal es la verdad como está en Jesús. Cuando los que profesan el nombre de Cristo practiquen los principios de la regla de oro, acompañará al evangelio el mismo poder de los tiempos apostólicos (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 115, 116).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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