MIÉRCOLES, 12 DE ABRIL
ID POR TODO EL MUNDO
El pueblo judío había sido depositario de la verdad sagrada; pero el farisaísmo había hecho de él el más exclusivista, el más fanático de toda la familia humana. Todo lo que se refería a los sacerdotes y príncipes: sus atavíos, costumbres, ceremonias, tradiciones, los incapacitaba para ser la luz del mundo. Se miraban a sí mismos, la nación judía, como el mundo. Pero Cristo comisionó a sus discípulos para que proclamasen una fe y un culto que no encerrasen idea de casta ni de país, una fe que se adaptase a todos los pueblos, todas las naciones, todas las clases de hombres…

Cristo ordenó a sus discípulos que empezasen en Jerusalén la obra que él había dejado en sus manos. Jerusalén había sido escenario de su asombrosa condescendencia hacia la familia humana. Allí había sufrido, había sido rechazado y condenado. La tierra de Judea era el lugar donde había nacido. Allí, vestido con el atavío de la humanidad, había andado con los hombres, y pocos habían discernido cuánto se había acercado el cielo a la tierra cuando Jesús estuvo entre ellos. En Jerusalén debía empezar la obra de los discípulos (El Deseado de todas las gentes, p. 759).

Todos los que reciben el mensaje del evangelio en su corazón anhelarán proclamarlo. El amor de Cristo ha de expresarse. Aquellos que se han vestido de Cristo relatarán su experiencia, reproduciendo paso a paso la dirección del Espíritu Santo: su hambre y sed por el conocimiento de Dios y de Cristo Jesús, a quien él ha enviado; el resultado de escudriñar las Escrituras; sus oraciones, la agonía de su alma, y las palabras de Cristo a ellos dirigidas, “Tus pecados te son perdonados”. No es natural que alguien mantenga secretas estas cosas, y aquellos que están llenos del amor de Cristo no lo harán. Su deseo de que otros reciban las mismas bendiciones estará en proporción con el grado en que el Señor los haya hecho depositarios de la verdad sagrada. Y a medida que hagan conocer los ricos tesoros de la gracia de Dios, les será impartida cada vez más la gracia de Cristo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 95, 96).

El último acto de Cristo antes de abandonar la tierra fue comisionar a sus embajadores para que fueran al mundo con su verdad. Sus últimas palabras las dirigió a sus discípulos para impresionarlos con el pensamiento de que se les confiaba el mensaje del Cielo para el mundo…

Si solo comprendiéramos cuán fervorosamente trabajó Jesús para sembrar el mundo con la semilla del evangelio, nosotros, que vivimos en el mismo fin del tiempo de gracia, trabajaríamos sin descanso para dar el pan de vida a las almas que perecen…

Tenemos poco tiempo más para prepararnos para la eternidad… La luz que Dios nos ha dado como pueblo no se ha dado para que la guardemos solo entre nosotros. Hemos de actuar en armonía con la gran comisión dada a cada discípulo de Cristo, para llevar a todo el mundo la luz de la verdad (In Heavenly Places, p. 317; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 319).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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