MIÉRCOLES 13 DE ABRIL
EL CASTIGO DE CAÍN

Dios había dado a Caín una oportunidad para que confesara su pecado. Había tenido tiempo para reflexionar. Conocía la enormidad de la acción que había cometido y de la mentira de que se había valido para esconder su crimen; pero seguía aun en su rebeldía, y la sentencia no se hizo esperar.

Aunque Caín merecía la sentencia de muerte por sus crímenes, el misericordioso Creador le perdonó la vida y le dio oportunidad para arrepentirse. Pero Caín vivió solo para endurecer su corazón, para alentar la rebelión contra la divina autoridad, y para convertirse en jefe de un linaje de osados y réprobos pecadores. Este apóstata, dirigido por Satanás, llegó a ser un tentador para otros; y su ejemplo e influencia hicieron sentir su fuerza desmoralizadora, hasta que la tierra llegó a estar tan corrompida y llena de violencia que fue necesario destruirla.

Al recibir la maldición de Dios, Caín se había retirado de la familia de sus padres… Se había retirado de la presencia del Señor, desechando la promesa del Edén restaurado, para buscar riquezas y placer en la tierra maldita por el pecado, y así se había destacado como caudillo de la gran multitud que adora al dios de este mundo. Sus descendientes se distinguieron en todo lo referente al mero progreso terrenal y material. Pero menospreciaron a Dios, y se opusieron a sus propósitos hacia el hombre (Conflicto y valor, p. 27).

Al perdonarle la vida a Caín el homicida, Dios dio al mundo un ejemplo de lo que sucedería si le fuese permitido al pecador seguir llevando una vida de iniquidad sin freno. La influencia de las enseñanzas y de la conducta de Caín arrastraron al pecado a multitudes de sus descendientes, hasta “que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia”. Génesis 6:5, 11 (El conflicto de los siglos, p. 531).

Dios ha dado a cada hombre su obra, y si cualquiera se aparta de la obra que Dios le ha dado, para hacer la obra de Satanás, para mancillar su propio cuerpo o guiar a otros al pecado, la obra de ese hombre está maldita y se coloca sobre él la marca de Caín. La ruina de su víctima clamará a Dios como lo hizo la sangre de Abel.

Cualquier hombre… que procura forzar o regir la razón de cualquier otro hombre, se convierte en un instrumento de Satanás para hacer su obra, y lleva la señal de Caín (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1101).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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