SÁBADO, 17 DE DICIEMBRE
EL PROCESO DEL JUICIO
“Desde ahora —dijo Jesús—, habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo”. Con estas palabras, Cristo presentó el reverso de la escena que ocurría entonces. Él, el Señor de la vida y la gloria, estaría sentado a la diestra de Dios. Sería el juez de toda la tierra, y su decisión sería inapelable. Entonces toda cosa secreta estaría expuesta a la luz del rostro de Dios, y se pronunciaría el juicio sobre todo hombre, según sus hechos.
Las palabras de Cristo hicieron estremecer al sumo sacerdote. El pensamiento de que hubiese de producirse una resurrección de los muertos, que hiciese comparecer a todos ante el tribunal de Dios para ser recompensados según sus obras, era un pensamiento que aterrorizaba a Caifás. No deseaba creer que en lo futuro hubiese de recibir sentencia de acuerdo con. sus obras. Como en un panorama, surgieron ante su espíritu las escenas del juicio final. Por un momento, vio el pavoroso espectáculo de los sepulcros devolviendo sus muertos, con los secretos que esperaba estuviesen ocultos para siempre. Por un momento, se sintió como delante del Juez eterno, cuyo ojo, que lo ve todo, estaba leyendo su alma y sacando a luz misterios que él suponía ocultos con los muertos (El Deseado de todas las gentes, p. 654).

La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada e imputada ya como señal de fidelidad ya de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen, con terrible exactitud, cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con todas las tretas arteras. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos perdidos, las oportunidades desperdiciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue registrado por el ángel anotador.
Si su nombre está anotado en el libro de la vida del Cordero, todo estará bien con usted. Esté dispuesto a confesar sus faltas y a abandonarlas, de manera que sus errores y pecados vayan a juicio antes de usted, y sean borrados (The Faith I Live By, p. 211; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 212).

Todos los que han tomado el nombre de Cristo deben pasar por tan riguroso examen. Tanto los vivos como los muertos deben ser juzgados ‘de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus obras.’ Apocalipsis 20:12.

El Juez dijo: “Todos serán justificados por su fe, y juzgados por sus obras”…
El juicio se lleva ahora adelante en el Santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto —nadie sabe cuándo—les tocará ser, juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. En este más que en cualquier otro tiempo conviene que toda alma preste atención a la amonestación del Señor: “Velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo”. “Y si no velares, vendré a ti corno ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti’: Marcos 13:33; Apocalipsis 3:3, (The Faith I Live By, p. 211; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 213 y en El conflicto de los siglos, pp. 540, 544).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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