MIÉRCOLES, 19 DE ABRIL
DEMOS GLORIA A DIOS
Dar gloria a Dios es revelar su carácter en el nuestro, y de esta manera hacerlo conocer. Y glorificamos a Dios en cualquier forma en que hagamos conocer al Padre o al Hijo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 990).
La Providencia ha estado guiando al pueblo de Dios para sacarlo de los hábitos extravagantes del mundo, de la complacencia del apetito y de la pasión, a fin de que asuma una posición firme sobre la plataforma de la negación del yo, y de la temperancia en todas las cosas. El pueblo a quien Dios está guiando será un pueblo peculiar. No será como el mundo. Si los hijos de Dios siguen las directivas divinas, realizarán los propósitos del Señor, y rendirán su voluntad a la voluntad de él. Cristo habitará en su corazón. El templo de Dios será santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios no exige que sus hijos se nieguen a sí mismos para perjuicio de su fortaleza física. Él les pide que obedezcan las leyes naturales, a fin de preservar su salud física. La senda de la naturaleza es el camino que él nos señala, y es un camino suficientemente ancho para todo cristiano. Con pródiga mano Dios nos ha provisto de una rica y variada abundancia para nuestro sustento y para nuestro gozo. Pero a fin de disfrutar del apetito natural, que preservará la salud y prolongará la vida, él restringe el apetito. Él dice: ¡Cuidado, restricción, negación, apetito antinatural! Si creamos un apetito pervertido, violamos las leyes de nuestro ser, y asumimos la responsabilidad de abusar de nuestros cuerpos y de acarreamos enfermedad (Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 189, 190).
El hombre es hechura de la mano de Dios, su obra maestra, creada con un propósito elevado y santo; y Dios desea escribir su ley en cada parte del tabernáculo humano. Cada nervio y músculo, cada prenda mental y física, han de guardarse puros.
Dios tiene el propósito de que el cuerpo sea un templo para su Espíritu. ¡Cuán solemne es, entonces, la responsabilidad que se confía a cada alma! Si contaminamos nuestros cuerpos, estamos produciendo un daño no solamente a nosotros mismos, sino a muchos otros…
Sean valientes, y venzan toda práctica que estropea el templo del alma. Somos completamente dependientes de Dios, y nuestra fe se fortalece al creer, aunque no podamos ver el propósito de Dios en su trato con nosotros, o la consecuencia de este trato. La fe apunta hacia adelante y hacia arriba, a las cosas venideras, asiéndose del único poder que puede hacernos completos en él (Reflejemos a Jesús, p. 157).
Dios pide un sacrificio vivo. El cuerpo, según nos dice, es el templo del Espíritu Santo, la morada del Espíritu, y requiere de todos los que llevan su imagen que cuiden de sus cuerpos para servirlo y glorificarlo. “No sois vuestros -dice el apóstol inspirado-. Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19-20. Para lograrlo, añadan a la virtud ciencia, y a la ciencia templanza, y a la templanza paciencia. Tenemos el deber de saber cómo preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, y tenemos el sagrado deber de vivir a la altura de la luz que Dios nos ha dado tan generosamente (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 64, 65).
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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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