MIÉRCOLES, 19 DE JUNIO
LAS LLUVIAS TEMPRANA Y TARDÍA
Justamente antes de su ascensión les dio la comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:19, 20.

De este modo, se otorgó a los discípulos una confianza preciosísima. Debían ser los ejecutores del testamento en el que Cristo había legado al mundo el tesoro de la vida eterna. Se dieron cuenta de la responsabilidad de su trabajo. Sabían que tenían en sus manos el pan de vida para un mundo hambriento, y fueron por todas partes predicando la Palabra. El amor de Cristo los apremiaba y no podían dejar de esparcir el Pan de vida a todos los necesitados (The Review and Herald, 7 de enero, 1902).

Los apóstoles hablaron impulsados por el Espíritu Santo; y sus palabras no podían ser contradichas porque las confirmaban extraordinarios milagros llevados a cabo gracias al derramamiento del Espíritu de Dios. Los discípulos mismos se asombraron de los resultados de esta manifestación, y de la rapidez y la abundancia de la cosecha de almas…

Los argumentos de los apóstoles por sí solos, aunque claros y convincentes, no habrían sido capaces de eliminar los prejuicios de los judíos que se habían opuesto a muchísima evidencia. Pero el Espíritu Santo introdujo esos argumentos con poder divino en sus corazones (La historia de la redención, pp. 255, 256).

Debiéramos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces, nosotros lo necesitamos más hoy en día.

El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debernos tenerlo, y el cielo está esperando concederlo.

La medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción a la medida de nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos para ello, y del uso que hagamos de la luz y el conocimiento que se nos dé.

No estamos suficientemente dispuestos a importunar al Señor con nuestras peticiones y pedirle el don del Espíritu Santo. El Señor quiere que lo importunemos con este asunto. Quiere que insistamos con nuestras peticiones ante el trono (Eventos de los últimos días, pp. 192, 193).

No necesitamos preocuparnos por la llegada de la lluvia tardía. Todo lo que debemos hacer es mantener limpio el recipiente y ponerlo hacia arriba, listo para recibir la lluvia celestial, y perseverar en oración: “Haz que la lluvia tardía llene mi vasija. Que la luz del ángel glorioso que se une con el tercer ángel brille en mí; dame una parte en la obra; déjame proclamar el mensaje; permíteme ser el colaborador de Jesucristo”. Así, buscando a Dios, permítanme decirles que él está permanentemente preparándolos, dándoles su gracia (Alza tus ojos, 26 de septiembre, p. 281).

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NOTAS DE ELENA
MATERIAL COMPLEMENTARIO DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2024
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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