DOMINGO, 19 DE MARZO
RECOMPENSA POR LA FIDELIDAD
No hay nada que fomente la incredulidad. El Señor manifiesta su gracia y su poder vez tras vez, y esto debe enseñarnos que siempre es provechoso, en todas las circunstancias, fomentar la fe, hablar de la fe, proceder con fe. No debemos permitir que nuestros corazones y nuestras manos se debiliten al permitir que las sugestiones de mentes incrédulas planten en nuestros corazones las semillas de duda y desconfianza [se cita Heb. 3:12].
El Señor obra en cooperación con la voluntad y la acción del ser humano. Cada persona tiene privilegio y el deber de aceptar lo que dice Dios, creer en Jesús como su Salvador personal y responder anhelante e inmediatamente a las bondadosas propuestas que Dios hace. El hombre debe estudiar para creer y obedecer las instrucciones divinas de las Escrituras. Debe basar su fe no en sentimientos, sino en evidencias y en la Palabra de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 939, 940).

Alcemos los ojos y dejemos que nuestra fe aumente de continuo. Dejemos que esta fe nos guíe a lo largo de la senda estrecha que ha de llevarnos por las puertas de la ciudad al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria que espera a los redimidos. “Pues, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia: confirmad vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca”. Santiago 5:7, 8.
Las naciones de los salvos no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia feliz y unida, ataviada con las vestiduras de alabanza y agradecimiento. Al presenciar la escena, las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de los hombres aclamarán de gozo, mientras Dios y Cristo se unirán para proclamar: No habrá más pecado ni muerte (Profetas y reyes, p. 542).
Jesús viene pronto, y nuestra posición debería caracterizarse por una actitud de espera y de vigilia en anticipación a su llegada. No deberíamos permitir que nada se interponga entre Jesús y nosotros. Aquí tenemos que aprender el cántico del cielo, para que cuando nuestra lucha haya concluido nos podamos unir al himno de los ángeles celestiales en la ciudad de Dios. ¿Cuál es ese canto? Es la alabanza, el honor y la gloria que se le rinden a Aquel que está sentado sobre el trono y al Cordero por los siglos de los siglos. Encontraremos oposición; la gente nos odiará por causa de Cristo, y también lo hará Satanás, porque sabe que con los seguidores de Cristo existe una fuerza divina que debilitará su influencia. No podemos escapar de su censura…
No podemos permitir que nuestro tiempo se mantenga ocupado de tal manera con cosas de naturaleza temporal —ni siquiera con asuntos que tienen que ver con la causa de Dios , que pase un día tras otro sin que nos acerquemos al costado sangrante de Jesús. Necesitamos sostener una comunión diaria con él. Se nos exhorta a que peleemos la buena batalla de la fe. Para mantener una vida de fe ardiente se necesita pelear una batalla viva; si nos entregamos totalmente a Cristo, con la determinación inquebrantable de aferrarnos únicamente a él, seremos capaces de rechazar al enemigo y de ganar una victoria gloriosa (Exaltad a Jesús, p. 366).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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