JUEVES, 22 DE JUNIO
EL CORDERO, EL CORDERO INMOLADO
No hay muchos caminos que llevan al cielo. No puede cada uno escoger el suyo. Cristo dice: “Yo soy el camino… Nadie viene al Padre, sino por mí”. Desde que fue predicado el primer sermón evangélico, cuando en el Edén se declaró que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, Cristo ha sido enaltecido como el camino, la verdad y la vida. El era el camino cuando Adán vivía, cuando Abel ofreció a Dios la sangre del cordero muerto, que representaba la sangre del Redentor. Cristo fue el camino por el cual los patriarcas y los profetas fueron salvos. Él es el único camino por el cual podemos tener acceso a Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 618).

Cuando los labios de Cristo exhalaron el fuerte clamor: “Consumado es”, los sacerdotes estaban oficiando en el templo. Era la hora del sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que representaba a Cristo. Ataviado con sus vestiduras significativas y hermosas, el sacerdote estaba con el cuchillo levantado, como Abraham a punto de matar a su hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba mirando. Pero la tierra tembló y se agitó; porque el Señor mismo se acercaba. Con un ruido desgarrador, el velo interior del templo fue rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que dejó expuesto a la mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por la presencia de Dios… Ya no era más sagrado el Lugar Santísimo del Santuario terrenal.

Todo era terror y confusión. El sacerdote estaba por matar la víctima; pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho… Era como si una voz viva hubiese dicho a los adoradores: Ahora terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de Dios ha venido conforme a su Palabra: “Heme aquí (en la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad”. “Por su propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención”. Hebreos 10:7; 9:12 (El Deseado de todas las gentes, pp. 704, 705).

¡Qué tema de meditación nos resulta el sacrificio que hizo Jesús por los pecadores perdidos! “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados”. Isaías 53:5. ¿Cuánto debemos estimar las bendiciones así puestas a nuestro alcance? ¿Podría Jesús haber sufrido más? ¿Podría haber comprado para nosotros más ricas bendiciones? ¿No debiera esto enternecer el corazón más duro, cuando recordamos que por nuestra causa dejó la felicidad y la gloria del cielo, y sufrió pobreza y vergüenza, cruel aflicción y una muerte terrible? Si por su muerte y resurrección él no hubiese abierto para nosotros la puerta de la esperanza, no habríamos conocido más que los horrores de las tinieblas y las miserias de la desesperación. En nuestro estado actual, favorecidos y bendecidos como nos vemos, no podemos damos cuenta de qué profundidades hemos sido rescatados. No podemos medir cuánto más profundas habrían sido nuestras aflicciones, cuánto mayores nuestras desgracias, si Jesús no nos hubiese rodeado con su brazo humano de simpatía y amor, para levantarnos (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 296).

Viernes, 23 de junio: Para estudiar y meditar
Nuestra elevada vocación, “La cuerda que pende del cielo”, 8 de febrero, p. 47; Reflejemos a Jesús, “La verdad nos hace libres”, 10 de abril, p. 106.

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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