JUEVES, 23 DE MARZO
LA MIRADA PUESTA EN EL PREMIO
El hijo de Dios era el heredero de todas las cosas, y se le prometieron el dominio y la gloria de los reinos de este mundo. Sin embargo, cuando él apareció en este mundo, lo hizo sin riqueza ni esplendor. El mundo no comprendió su unión con el Padre; la excelencia y la gloria de su carácter divino les fueron ocultadas. Por lo tanto fue “despreciado y rechazado por los hombres”, y “nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”. Isaías 53:4. Esta misma experiencia de Cristo cuando estuvo en el mundo debe ser la de sus seguidores. Estos son los hijos de Dios y coherederos con Cristo; y el reino y el dominio les pertenecen. El mundo no comprende su carácter ni su sagrada vocación; no percibe su adopción en la familia de Dios. Su unión y compañerismo con el Padre y el Hijo no son manifiestos, y mientras el mundo contempla su humillación y reproche, no resulta evidente lo que ellos son o lo que llegarán a ser. Son extraños, son extranjeros. El mundo no los conoce y no aprecia los motivos que los impulsan a obrar (Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 258, 259).

El que ha entregado su vida a Dios para socorrer a los hijos de él se une a Aquel que dispone de todos los recursos del universo. Su vida queda ligada a la vida de Dios por la áurea cadena de promesas inmutables. El Señor no lo abandonará en la hora de aflicción o de necesidad. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filipenses 4:19. Y en la hora de necesidad final, los compasivos se refugiarán en la misericordia del clemente Salvador y serán recibidos en las moradas eternas (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 24, 25).

Redimido Pablo por el sacrificio de Cristo, lavado del pecado en su sangre y revestido de su justicia, tenía en sí mismo el testimonio de que su alma era preciosa a la vista de su Redentor. Estaba su vida oculta con Cristo en Dios, y tenía el convencimiento de que quien venció la muerte es poderoso para guardar cuanto se le confíe. Su mente se aferraba a la promesa del Salvador: “Yo le resucitaré en el día postrero”. Juan 6:40. Sus pensamientos y esperanzas estaban concentrados en la segura venida de su Señor. Y al caer la espada del verdugo, y agolparse sobre el mártir las sombras de la muerte, se lanzó hacia adelante su último pensamiento —como lo hará el primero que de él brote en el momento del gran despertar— al encuentro del Autor de la vida que le dará la bienvenida al gozo de los bienaventurados.
Casi veinte siglos han transcurrido desde que el anciano Pablo vertió su sangre como testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Ninguna mano fiel registró para las generaciones futuras las últimas escenas de la vida de este santo apóstol; pero la Inspiración nos ha conservado su postrer testimonio. Como resonante trompeta, su voz ha vibrado desde entonces a través de los siglos, enardeciendo con su propio valor a millares de testigos de Cristo y despertando en millares de corazones afligidos el eco de su triunfante gozo: “Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. 2 Timoteo 4:6-8 (Los hechos de los apóstoles, pp. 408, 409).

VIERNES, 24 DE MARZO: PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
La maravillosa gracia de Dios, “Para las necesidades diarias”, 19 de abril, p. 117; A fin de conocerle, “Las riquezas de Dios”, 6 de agosto, p. 223.

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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