DOMINGO, 23 DE OCTUBRE
LA RESURRECCIÓN DE MOISÉS
Una tumba en el desierto fue el fin de aquellos años de trabajo y congoja pesada [de Moisés]. Pero “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, Efesios 3:20. había contestado en esta medida la oración de su siervo. Moisés pasó bajo el dominio de la muerte, pero no permaneció en la tumba. Cristo mismo le devolvió la vida. Satanás, el tentador, había pretendido el cuerpo de Moisés por causa de su pecado; pero Cristo el Salvador lo sacó del sepulcro. Judas 9.
En el monte de la transfiguración, Moisés atestiguaba la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Representaba a aquellos que saldrán del sepulcro en la resurrección de los justos. Elías, que había sido trasladado al cielo sin ver la muerte, representaba a aquellos que estarán viviendo en la tierra cuando venga Cristo por segunda vez, aquellos que serán “transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta”; cuando “esto mortal sea vestido de inmortalidad”; y “esto corruptible fuere vestido de incorrupción”. 1 Corintios 15:51-53 (El Deseado de todas las gentes, p. 390).
El Padre eligió a Moisés y a Elías para que fueran sus mensajeros delante de Cristo, para que lo glorificaran con la luz del cielo y hablaran con él acerca de su próxima agonía, porque ellos habían vivido en la tierra como hombres. Habían experimentado el dolor y el sufrimiento humano y podían simpatizar con las pruebas de Jesús en su vida terrenal. Elías, como profeta de Israel, había representado a Cristo y, en cierto grado, su obra había sido similar a la del Salvador. Y Moisés, como caudillo de Israel, había estado en el lugar de Cristo, había hablado con él y seguido sus instrucciones. Por lo tanto, estos dos, de entre toda la hueste que se congrega en torno al trono de Dios, eran los más aptos para servir al Hijo de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1071).
Cristo vino a este mundo con el exclusivo propósito de manifestar la gloria de Dios, para que el hombre pudiera ser elevado por su poder restaurador. Le fueron dados todo poder y gracia. Su corazón era un manantial de agua viviente, una fuente inagotable, siempre lista para fluir en raudales ricos y claros hasta los que la rodeaban. Empleó toda su vida en una benevolencia pura y desinteresada. Sus propósitos estuvieron llenos de amor y simpatía. Se regocijaba al poder hacer más por sus seguidores de lo que ellos podían pedir o pensar. Su constante oración por ellos fue que fueran santificados por la verdad, y oró con certeza, sabiendo que antes de que existiera el mundo se había promulgado un decreto todopoderoso. Sabía que el evangelio del reino sería predicado en todo el mundo; que la verdad, armada con la omnipotencia del Espíritu Santo, vencería en la lucha con el mal; y que el estandarte ensangrentado flamearía triunfante un día sobre sus seguidores (A fin de conocerle, p. 39).
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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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