JUEVES, 24 DE AGOSTO
ADORACIÓN LLENA DEL ESPÍRITU
Dios es glorificado con cantos de alabanza que proceden de un corazón puro, lleno de amor y devoción a él. Cuando los creyentes consagrados se reúnen, su conversación no debe versar sobre las imperfecciones de la gente, ni tener sabor a murmuraciones o quejas; la caridad, o amor, que es el vínculo de la perfección, los rodeará. El amor a Dios y los semejantes fluye naturalmente en las palabras de afecto, simpatía y estima por sus hermanos. La paz de Dios impera en sus corazones; sus palabras no son vanas, vacías ni frívolas, sino que tienden al consuelo y la edificación mutuos… La gratitud que los llena y la paz de Dios que impera en ellos, los induce a entonar en sus corazones alabanzas al Señor, y hablar de la deuda de amor y agradecimiento que tienen con su amado Salvador, quien los amó tanto que murió para que pudieran vivir. Nadie en cuyo interior more el Salvador lo deshonrará ante otras personas interpretando música instrumental que aparte la mente de Dios y el cielo para fijarla en cosas livianas e insubstanciales (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 446).
A los seguidores de Cristo se les enseñó a no orar con el propósito de ser escuchados por los hombres… Expresiones tales como éstas, que salieron de los labios de Jesús, muestran que él no consideraba con aprobación ese tipo de piedad tan común entre los fariseos. Las enseñanzas que profiriera sobre el monte muestran que los hechos de benevolencia asumen una forma noble, y los actos de culto religioso difunden una preciosa fragancia, cuando se realizan sin pretensiones, con humildad y contrición. El motivo puro santifica el acto.
La verdadera santificación es una completa conformidad con la voluntad de Dios. Los pensamientos y sentimientos rebeldes son vencidos, y la voz de Jesús despierta una nueva vida que impregna el ser entero. Los que están verdaderamente santificados no presentarán su propia opinión como una norma para medir lo correcto y lo erróneo. No son fanáticos ni justos en su propia opinión, sino que recelan de sí mismos y están siempre temerosos, no sea que, al faltar alguna promesa, se deba a que ellos hayan dejado de cumplir con las condiciones sobre las cuales se basa (La edificación del carácter, pp. 6, 7).
No oramos nunca demasiado, pero somos muy parcos en dar gracias. Constantemente estamos recibiendo las misericordias de Dios y, sin embargo, ¡cuán poca gratitud expresamos! ¡cuán poco le alabamos por lo que ha hecho en nuestro favor!…
El alma puede elevarse hacia el cielo en alas de la alabanza. Dios es adorado con cánticos y música en las mansiones celestiales, y al expresar nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden los habitantes del cielo. Se nos dice: “El que ofrece sacrificio de alabanza me glorificará”. Salmo 50:23. Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador, con “acciones de gracias y voz de melodía”. Isaías 51:3 (El camino a Cristo, pp. 103, 104).
VIERNES, 25 DE AGOSTO: PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Exaltad a Jesús, 7 de diciembre, “Firmes hasta el fin”, p. 349; Cada día con Dios, 6 de febrero, “Un corazón agradecido”, p. 43.
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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
III TRIMESTRE DEL 2023
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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