LUNES, 24 DE ENERO
A CAUSA DE INCREDULIDAD
No podemos nosotros, que vivimos en el tiempo del fin, darnos cuenta de la importancia de las palabras del apóstol: “¡Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo!”. Hebreos 3:12.
Sobre nosotros brilla la luz acumulada de los siglos pasados. El registro del olvido de Israel ha sido preservado para nuestra instrucción. En este siglo Dios se ha propuesto reunir un pueblo para sí de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas. Dentro del movimiento adventista, él ha obrado en favor de su heredad, así como obró por los israelitas al sacarlos de Egipto. En el gran chasco de 1844 la fe de su pueblo fue probada así como la de los hebreos al llegar al Mar Rojo. Si en los días tempranos los adventistas hubieran mantenido su fe en la Mano guiadora que los había acompañado en su experiencia pasada, habrían visto la salvación del Señor. Si todos los que habían trabajado solidariamente en la obra de 1844 hubiesen aceptado y proclamado el mensaje del tercer ángel bajo el poder del Espíritu Santo, el Señor habría hecho grandes cosas mediante sus esfuerzos. Una gran luz hubiera alumbrado el mundo. Hace años que los habitantes del mundo habrían sido amonestados, la obra final terminada, y Cristo venido para rescatar a su pueblo (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 126, 127).
La tierra hacia la cual viajamos es en todo sentido mucho más atrayente de lo que fue la tierra de Canaán para los hijos de Israel… ¿Qué detuvo su progreso precisamente a la vista de la buena tierra? Las dificultades ante ellos no eran tan grandes como las que habían encontrado previamente. El gran obstáculo estaba en ellos mismos. Fue su propia y determinada incredulidad lo que los hizo volverse. No estuvieron dispuestos a arriesgar nada por las promesas de Dios… La historia de los hijos de Israel está escrita como una amonestación para nosotros “a quienes han alcanzado los fines de los siglos”. 1 Corintios 10:11. Por así decirlo estamos en los mismos bordes de la Canaán celestial… Si tenemos fe en las promesas de Dios, mostraremos… que no vivimos para este mundo, sino que nuestra primera ocupación es prepararnos para esa tierra santa (A fin de conocerle, p. 170).
Tengamos por regla el no proferir una sola palabra de duda o desaliento. Podemos hacer mucho más para alumbrar el camino de los demás y sostener sus esfuerzos si hablamos palabras de esperanza y buen ánimo.
Hay muchas almas valientes que están en extremo acosadas por la tentación, casi a punto de desmayar en el conflicto que sostienen consigo mismas y con las potencias del mal. No las desalentéis en su dura lucha. Alegradlas con palabras de valor, ricas en esperanza, que las insten a avanzar. De este modo podéis reflejar la luz de Cristo. “Ninguno de nosotros vive para sí”. Romanos 14:7. Por vuestra influencia inconsciente pueden los demás ser alentados y fortalecidos (El camino a Cristo, pp. 119, 120).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
I TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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