JUEVES, 27 DE OCTUBRE
LÁZARO
Cristo no tenía solamente que pensar en los amados de Betania; tenía que tomar en cuenta la preparación de sus discípulos. Habían de ser sus representantes en el mundo, para que las bendiciones del Padre abarcaran a todos. Por causa de ellos permitió que Lázaro muriera. Si lo hubiera restaurado de la enfermedad a la salud, el milagro que es la evidencia más positiva de su carácter divino no hubiera sido realizado.
Si Cristo hubiera estado en la pieza del enfermo, Lázaro no habría muerto; porque Satanás no hubiera tenido poder sobre él. En presencia del Dador de la vida, la muerte no hubiera lanzado su dardo contra Lázaro… Cristo permitió que Lázaro pasara al dominio de la muerte, y las doloridas hermanas vieron cómo su hermano yacía en la tumba. Cristo sabía que al contemplar el rostro de su querido hermano, su fe en el Redentor sería duramente probada. De este modo estaba podando las ramas, para que dieran más fruto. Sabía que debido a la lucha por la cual estaban pasando, su fe resplandecería con un mayor poder (Hijos e hijas de Dios, p. 94).

“Quitad la piedra”, dijo Cristo. Pensando que él deseaba tan solo mirar al muerto, Marta objetó diciendo que el cuerpo había estado sepultado cuatro días y que la corrupción había empezado ya su obra. Esta declaración, hecha antes de la resurrección de Lázaro, no dejó a los enemigos de Cristo lugar para decir que había subterfugio. En lo pasado, los fariseos habían hecho circular falsas declaraciones acerca de las más maravillosas manifestaciones del poder de Dios. Cuando Cristo devolvió la vida a la hija de Jairo, había dicho: “La muchacha no es muerta, mas duerme”. Marcos 5:39. Como ella había estado enferma tan solo un corto tiempo y fue resucitada inmediatamente después de su muerte, los fariseos declararon que la niña no había muerto; que Cristo mismo había dicho que estaba tan solo dormida. Habían tratado de dar la impresión de que Cristo no podía sanar a los enfermos, que había engaños en sus milagros. Pero en este caso, nadie podía negar que Lázaro había muerto (El Deseado de todas las gentes, pp. 491, 492).

Puesto que Cristo es uno con el Padre, igual a él, podía hacer expiación por la transgresión, y salvar al hombre; no en sus pecados sino de sus pecados…[L]as palabras dirigidas a los fieles del Señor: “Venid, benditos de mi Padre”, dice Cristo, “heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Entonces, la hueste de los redimidos eleva un coro triunfante: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Oh, si nuestras mentes pudieran comprender la magnitud del tema y la importancia maravillosa de esa ocasión.
“El que cree en mí nunca morirá”. “Si un hombre guarda mis dichos nunca verá la muerte”. Los escogidos del Señor pueden caer en sus puestos de guardia, pero solo han quedado dormidos, para descansar hasta que Jesús los despierte para compartir con él un eterno peso de gloria (Alza tus ojos, p. 270).

VIERNES, 28 DE OCTUBRE: PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Nuestra elevada vocación, 1° de abril, “Venid a mí”, p. 99;
El Deseado de todas las gentes, “Lázaro, ven fuera”, pp. 482-494.

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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