DOMINGO, 28 DE AGOSTO
PAN PARTIDO Y VINO DERRAMADO
Dios [honró a Moisés] en extremo, concediéndole el privilegio de hablar con él cara a cara, como un hombre habla con un amigo. Le fue permitido ver la brillante luz y la excelsa gloria que envuelve al Padre. Por medio de Moisés libró el Señor a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. Fue Moisés un mediador entre Dios y su pueblo, y a menudo se interpuso entre ellos y la ira del Señor. Cuando Dios se irritó en extremo contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y sus horrendos pecados, fue probado el amor de Moisés por los israelitas. Dios se propuso destruir al pueblo de Israel y hacer de la posteridad de Moisés una nación poderosa; pero el profeta demostró su amor por Israel intercediendo fervorosamente por ese pueblo. En su angustia suplicó a Dios que borrase su nombre de su libro o que aplacara su ira y perdonase a Israel (Primeros escritos, pp. 162, 163).

Por medio del sufrimiento, Jesús se preparó para el ministerio de consolación. Fue afligido por toda angustia de la humanidad, y “en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Hebreos 2:18; Isaías 63:9. Quien haya participado de esta comunión de sus padecimientos tiene el privilegio de participar también de su ministerio. “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar a las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran. El “Padre de misericordias y Dios de toda consolación… nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. 2 Corintios 1:3, 4 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 16, 17).

Las dificultades que hemos de arrostrar pueden ser muy disminuidas por la mansedumbre que se oculta en Cristo. Si poseemos la humil-dad de nuestro Maestro, nos elevaremos por encima de los desprecios, los rechazamientos, las molestias a las que estamos diariamente expuestos; y estas cosas dejarán de oprimir nuestro ánimo. La mayor evidencia de nobleza que haya en el cristiano es el dominio propio. El que bajo un ultraje o la crueldad no conserva un espíritu confiado y sereno despoja a Dios de su derecho a revelar en él su propia perfección de carácter. La humildad de corazón es la fuerza que da la victoria a los discípulos de Cristo; es la prenda de su relación con los atrios celestiales…

Los que revelan el espíritu manso y humilde de Cristo, son considerados tiernamente por Dios. El mundo puede mirarlos con desprecio, pero son de gran valor ante los ojos de Dios… [El] pobre de espíritu que anhela la presencia permanente de Cristo, el humilde de corazón, cuya más alta ambición es hacer la voluntad de Dios, estos obtendrán abundante entrada [al cielo]. Se hallarán entre aquellos que habrán lavado sus ropas y las habrán blanqueado en la sangre del Cordero (El Deseado de todas las gentes, p. 268, 269).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
III TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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