LUNES, 29 DE AGOSTO
INTERCEDER PIDIENDO GRACIA
Moisés era un hombre humilde. Dios lo llamó el hombre más manso de la tierra… Podía exhortar con éxito a su prójimo porque su vida misma era una representación viviente de lo que el hombre puede llegar a ser y realizar con Dios como su ayudador, de lo que ensenaba a otros, de lo que deseaba que fueran y de lo que Dios requería de él. Hablaba de corazón y llegaba al corazón. Era versado en conocimiento y, sin embargo, sencillo como un niño en la manifestación de sus profundas simpatías. Dotado de una inteligencia notable, podía juzgar instantáneamente acerca de las necesidades de los que lo redaban y de las cosas que andaban mal y requerían atención, y no las descuidaba…
Dios hablaba con él cara a cara así como un hombre habla con un amigo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1127).

Moisés comprendía cuán terrible sería la suerte del pecador; sin embargo, si el pueblo de Israel iba a ser rechazado por el Señor, él deseaba que su nombre también fuese raído con el de ellos; no podía soportar que los juicios de Dios cayeran sobre aquellos a quienes tan bondadosamente había librado.

La intercesión de Moisés en favor de Israel ilustra la mediación de Cristo en favor de los pecadores. Pero el Señor no permitió que Moisés sobrellevara, como lo hizo Cristo, la culpa del transgresor. “Al que pecare contra mí, a este raeré yo de mi libro”, dijo (Historia de los patriarcas y profetas, p. 337).

Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque les ha dado pruebas evidentes de su amor. Quiere que se afirmen, fortalezcan y cimenten en la santísima fe. Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces sus corazones serán como arpas sagradas en las manos divinas, cada una de cuyas cuerdas emitirá alabanza y acción de gracias a Aquel que Dios ha enviado para quitar los pecados del mundo.

El amor de Cristo por sus hijos es a la vez tierno y firme… En él no hay mudanza ni sombra de variación: es el mismo ayer, hoy y por los siglos…

Dios ama a los ángeles impolutos que están a su servicio y obedecen sus mandatos; pero no les concede gracia: nunca la han necesitado, porque nunca pecaron. La gracia es un don otorgado a los indignos seres humanos. No la buscamos; fue enviada para que nos buscara. Dios se complace en extender su gracia a todos los que tenemos hambre y sed de ella, no porque la merezcamos, sino porque somos indignos. Nuestra necesidad es el requisito que nos da la certidumbre de que vamos a recibir el don (Testimonios para los ministros, pp. 518, 519).

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
III TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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