JUEVES, 31 DE MARZO
EL DEBER DE LA HUMANIDAD

Los propósitos del Señor no son los propósitos de los hombres. Dios no quería que estos viviesen en la ociosidad. En el principio creó al hombre como caballero; pero aunque rico en todo lo que podía proveerle el Propietario del universo, Adán no había de quedar ocioso. Apenas fue creado, se le dio su trabajo. Había de hallar empleo y felicidad en cultivar las cosas que Dios había creado; y en respuesta a su trabajo, sus necesidades iban a ser abundantemente suplidas con los frutos del jardín del Edén.
Mientras nuestros primeros padres obedecieron a Dios, su trabajo en el huerto fue un placer; y la tierra les daba de su abundancia para sus necesidades (Consejos para los maestros, p. 261).

Dios proporcionó ocupación a Adán y Eva. El Edén fue la escuela de nuestros primeros padres y Dios su instructor. Aprendieron a labrar la tierra y a cuidar de las cosas que el Señor había plantado. No consideraban el trabajo corno cosa degradante, sino como una gran bendición. El trabajo era un placer para ellos. La caída de Adán cambió el orden de las cosas; la tierra fue maldita; empero el mandato de que el hombre se ganara el pan con el sudor de su frente no fue dado como una maldición. Por medio de la fe y la esperanza, el trabajo tenía que ser una bendición para los descendientes de Adán y Eva (La educación cristiana, p. 335).

Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. “Honroso sea en todos el matrimonio” (Hebreos 13:4). Fue una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral.
El hogar de nuestros primeros padres había de ser un modelo para cuando sus hijos saliesen a ocupar la tierra… [Dios colocó a Adán en] un huerto. Esta fue su morada. En el medio en que vivía la santa pareja, había una lección para todos los tiempos; a saber, que la verdadera felicidad se encuentra, no en dar rienda suelta al orgullo y al lujo, sino en la comunión con Dios por medio de sus obras creadas. Si los hombres pusiesen menos atención en lo superficial y cultivasen más la sencillez, cumplirían con mayor plenitud los designios que tuvo Dios al crearlos (Reflejemos a Jesús, p. 158).

VIERNES 01 DE ABRIL: PARA ESTUDIAR Y MEDITAR

La historia de la redención, “La creación”, pp. 21, 22;
Hijos e hijas de Dios, 13 de enero, “Cerca de los que lo invocan”, p.21

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NOTAS DE ELENA
LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II TRIMESTRE DEL 2022
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: California, USA
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