01 DE JULIO
SALMO 150:1-6
«¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso firmamento» (SAL. 150:1).
Muchos, durante los eventos del año 2020, han reconsiderado cuál es el propósito de la vida. La pandemia que ha detenido al mundo también ha detenido la búsqueda de muchos ídolos que le daban significado a la vida de muchas personas.
Estar en casa con nuestra familia, disfrutar de cosas que no disfrutábamos por la búsqueda desenfrenada del éxito, dinero y reconocimiento, nos ha puesto a meditar y pensar si estamos viviendo para aquello que fuimos creados. Además, ver que la muerte está más cerca de lo que pensamos, nos empuja a considerar que vivir es algo que no debemos dar por sentado.
El último salmo nos invita a ver y considerar que fuimos creados para hacer algo: alabar a nuestro Creador. Estar vivo merece una adoración extravagante a Dios porque nos recuerda que deberíamos ser consumidos por Su ira y el evangelio nos libra de la misma. El Salmo 150 nos hace un llamado sencillo: si estás vivo, eres llamado a alabar al Señor. Es tu propósito en la vida, darle alabanza Aquel que la merece.
Quizás puedes decir: «Joselo, ¿cómo llegas a la conclusión de que lo alabamos cuando somos conscientes de que merecemos Su ira? El versículo uno nos apunta a esta realidad. Este verso nos dice que le alabemos en Su santuario. El santuario es el lugar donde Dios habita. Cualquier judío que leía este versículo era consciente de que estar en la presencia de Dios implicaba la posibilidad de ser consumidos por Su ira porque un pecador no puede estar ante la presencia de un Dios santo. Por eso era necesario que se realizaran sacrificios propiciatorios para que un sustituto recibiera la ira que el que se acerca a Dios merece.
Esto significa que no existe adoración, ni cercanía a Dios, sin que otro pague la deuda. Esto nos lleva al evangelio; el que tenía perfecta cercanía a Dios se alejó en la cruz al recibir nuestros pecados y recibir la ira que nosotros merecemos para que podamos acercarnos al santuario sin temor. Esto es motivo de adoración extravagante. Cada respiro que tomamos nos recuerda que no merecemos respirar, y saber que Dios nos libra de la ira futura nos lleva a levantar alabanzas a Dios.
Cuando entendemos el evangelio, la adoración no es algo frío o monótono que hacemos como un ritual. Es la expresión natural de aquel que ha experimentado la gracia redentora de Dios. Usamos instrumentos y nuestras voces. El redimido tiene un propósito, alabar al que le permite, por Su gracia, respirar.
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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