02 DE ENERO
SALMO 119:38
«Confirma tu promesa a este siervo…» (SAL. 119:38).

Uno de los grandes enemigos en la vida son las dudas. Pero todas nuestras dudas se disipan cuando encontramos una firme confirmación de la verdad. El enamorado que duda del amor es su prometida vuelve de tanto en tanto a leer las cartas de su amada para poderse decir a sí mismo en voz baja: «Sí me ama». El heredero que duda si la casa donde vive es suya, regresa a sus archivos y al ver el título de propiedad exclama: «Sí es mía».

Del mismo modo pueden llegar las dudas a la vida del cristiano. Puedes sentirte abatido, cansado, frustrado, pero al regresar a la Palabra una y otra vez las promesas de Dios afirman la verdad en tu corazón. Una de las escenas más dramáticas de El progreso del peregrino, de John Bunyan, es cuando Cristiano y Esperanza son hechos prisioneros por un gigante en el Castillo de la Desesperación. Son del todo incapaces de escapar, hasta que descubren la llave de las promesas con la cual abren la puerta del calabozo que los retenía.

En la Palabra de Dios tenemos todas Sus promesas que nos liberan de la angustia de la duda y de la desesperación. Necesitamos recordar la verdad. Necesitamos que se nos repita una y otra vez. Necesitamos ponernos a nosotros mismos bajo la santa influencia de las Escrituras, para que la Palabra de Dios confirme en nuestros corazones Su bondad y nuestras dudas se desvanezcan como la niebla de la mañana cuando sale el sol.

Esta porción del Salmo 119 expresa esa urgencia. Todas las estrofas de la sección He empiezan con esa letra del alfabeto hebreo, que es la usada para formar la forma imperativa de los verbos. De ahí que el autor elija imperativos para iniciar cada frase: v. 33, «enséñame»; v. 34, «dame»; v. 35, «dirígeme»; v. 36, «inclina»; v. 37, «aparta»; v. 38, «confirma»; v. 39, «quita»; v. 40, «dame». Sus palabras denotan la urgente necesidad de una salida a todas nuestras ansiedades.

Como el salmista, pídele también a Dios que haga Su obra en ti, porque necesitas desesperadamente que Él te guíe, te enseñe y te dirija. Tan solo bajo el poderoso cuidado de tu Buen Pastor tu alma se ve reconfortada. Pero necesitas recordarlo continuamente. La inercia humana ante las dificultades es siempre intentar hacer todo lo que está en nuestras manos para ayudarnos a nosotros mismos. Los discípulos en medio de la tormenta sacaban con sus manos el agua para lograr que su barca continuará a flote. Del mismo modo has de reconocer las muchas veces que has intentado usar tus propias fuerzas para salir adelante en los retos de esta vida sin ver que Jesús estaba contigo en la barca.

Deja de luchar por ti mismo y clama al Señor por Su socorro y Su intervención en tu vida. La Palabra se repite con claridad que necesitas que sea Él quien obre mientras tú contemplas cómo confirma Sus admirables promesas delante de ti.

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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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