06 DE ENERO
SALMO 119
«Mi alma desfallece por Tu salvación; en Tu palabra espero» (SAL. 119:81).

Hay situaciones de la vida que nos llevan a pensar: ¿hasta cuándo, Dios? ¿Cuánto más tengo que esperar? Parece que así se sentía el autor del Salmo 119 cuando escribió: «Mi alma desfallece por Tu salvación; en Tu palabra espero» (v. 81). Algo estaba provocando una angustia sin igual en su vida, pero decidió acudir a la fuente de esperanza, la Palabra de Dios. Lee los versículos que siguen:

«Para siempre, oh Señor, Tu palabra está firme en los cielos» (v. 89).
«Tu fidelidad permanece por todas las generaciones; Tú estableciste la tierra, y ella permanece» (v. 90).
«Si Tu ley no hubiera sido mi deleite, entonces habría perecido en mi aflicción» (v. 92).
«Jamás me olvidaré de Tus preceptos, porque por ellos me has vivificado» (v. 93).

Cuando las circunstancias que vivimos nos empujan al desaliento, tenemos que escoger dónde poner la esperanza. Este hombre estaba en el banco de la paciencia, su vida detenida. ¡Tan parecido a nuestras vidas ahora mismo ante una pandemia!
No obstante, estaba seguro de que la palabra de Dios es eterna, que va más allá del día de hoy y, sobre todo, comprendió que la Palabra de Dios nos sostiene y nos da vida.

Pero no es una fórmula mágica. No se logra nada con dejar la Biblia abierta sobre la mesa de noche o cubrir las paredes con versículos bíblicos. Es una cuestión del corazón, por decirlo de alguna manera. Para que la Palabra de Dios se convierta en nuestra fuente de esperanza es necesario conocerla, aprenderla, atesorarla y, sobre todo, pedirle al Espíritu Santo que abra nuestros ojos a Su verdad, tal y como indica el versículo 18. Cuando nuestra mente se llena de la Palabra de Dios, tenemos una provisión de la que nos nutrimos constantemente, un tesoro que nadie nos puede quitar.

Varios siglos después Pablo lo reafirmó con su pluma mientras escribía a los cristianos de Roma: «Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza» (15:4). Sí, la Palabra de Dios es un caudal de esperanza que Él nos ha regalado, pero ningún regalo es útil guardado en un rincón. Tenemos que darle el uso necesario. Así podremos decir junto con el salmista: «Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón» (119:111).

Tal vez hoy te sientes como este salmista, ¿hasta cuándo, Señor; cuándo terminará esta situación? Esa pregunta una y otra vez regresa a tu mente. No tengo respuesta, pero hay algo que sí puedo decirte con certeza: haz de la Palabra de Dios tu esperanza. Mira el versículo 114: «Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza». Mientras la vida parezca estar en pausa, aférrate a la esperanza que se encierra entre Génesis y Apocalipsis porque todo lo demás de este mundo es pasajero, pero Dios y Su Palabra son eternos.

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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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