06 DE MAYO
SALMO 119:97
«¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella» (SAL. 119:97).
Vivimos días peligrosos. Son días difíciles con mucha información disponible.
Esto no necesariamente es bueno. Constantemente estamos siendo expuestos a imágenes, videos, marcas, artículos, conceptos, ideas, filosofías y más. Fácilmente podemos caer en la trampa y ocupar nuestro tiempo meditando en cosas que no convienen.
A pesar de que hoy tenemos más información y más tecnología, más medicinas y más educación, el ser humano vive ansioso, cansado y angustiado. Sin embargo, el creyente no se basa en la tecnología, en los desarrollos médicos o en lo que dicta la ciencia. El creyente depende del Señor y confía en Él. De hecho, cuando Pablo dijo a los filipenses que se regocijaran, no era algo que tenían que hacer a ciegas. Pablo manda a que se regocijen en el Señor (Fil. 4:4). Además, pidió a los filipenses que ocuparan su mente en cosas que aprovechan (Fil. 4:8). Solo así se entiende que, en medio de la prueba y la dificultad, un cristiano pueda tener gozo y paz (Fil. 4:9).
En el Salmo 119:97, el salmista afirma amar la ley del Señor. La frase con la que inicia es una exclamación que indica no solo que ama la Palabra de Dios sino lo mucho que la ama. Cuando uno ama a alguien, esa persona ocupa los pensamientos constantemente. Por eso, la expresión del salmista no es dicha a la ligera.
No puede fingirse. Brota de un corazón que bebe continuamente del pozo inextinguible de la Palabra de Dios. Más adelante, el salmista afirma que Su Palabra es como miel (v. 103). Es evidente que una conclusión así solo puede afirmarse cuando se ha experimentado de verdad las bondades de la Palabra de nuestro Dios. ¡La Palabra de Dios no tiene comparación!
Debido a que el salmista ama la ley de Dios, medita a diario en ella. Es un círculo virtuoso. Porque ama la Palabra de Dios, medita todo el día en ella y, porque medita todo el día en ella, ama la Palabra de Dios. Esta meditación constante es fundamental para el creyente. Dios quiere que amemos Su Palabra de esta manera para que podamos meditar en ella cada día, todo el día. Esto nos guardará de los pensamientos nocivos y engañosos que constantemente nos acechan.
Además, meditar en la Palabra de Dios es un seguro de vida en el momento de la prueba. Su Palabra trae consuelo y dirección cuando estamos afligidos y angustiados. Solo Su Palabra nos dará perspectiva y hablará verdad a nuestro corazón en un mundo lleno de ambigüedad y confusión. En el momento de la prueba, nuestras mentes se aturden y no pensamos con claridad. Por eso es valioso llenar nuestra mente de Su Palabra para estar preparados. Que Su Palabra siga santificándonos y llevándonos cada vez a imagen de Aquel que nos amó y nos salvó para Su gloria y nuestro bien.
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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