08 DE MAYO
SALMO 42
«Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?» (SAL. 42:1-2).

Excluido del culto público, David sentía su corazón enfermo. No buscaba comodidades; no suspiraba por honores; pero el disfrute de la comunión con Dios era una necesidad vital para su alma. La consideraba no meramente como el más dulce de todos los privilegios, sino como una necesidad absoluta, como el agua para el ciervo.

Denle su Dios, y está contento, como el ciervo que al fin apaga su sed y está perfectamente satisfecho; pero niéguenle su Señor, y su corazón jadea, su pecho palpita, todo él se estremece como uno a quien le falta el aire después de una carrera.

Querido amigo y amiga, ¿sabes tú lo que es esto por haberlo sentido personalmente? Es una dulce amargura. Después de haber vivido a la luz del amor del Señor, lo mejor es ser desgraciado hasta que lo poseemos, y jadear en su busca. La sed es una necesidad perpetua y no hay que olvidarla, y lo mismo es continuo el anhelo del corazón hacia Dios.

Cuando es tan natural para nosotros anhelar a Dios como para un animal estar sediento, las cosas van bien en nuestra alma, por penosos que sean nuestros sentimientos. Aprendemos en este versículo que la intensidad de nuestro deseo puede hacerse valer ante Dios, y más aún porque hay promesas especiales para el que es importuno y ferviente.

Del Dios vivo. Un Dios muerto es una farsa; odiamos una deidad monstruosa; pero el Dios vivo, la fuente perenne de vida y de luz y amor, es el deseo de nuestra alma.

¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? «Ver el rostro de Dios» es una traducción más exacta del hebreo; pero las dos ideas pueden combinarse: quiere ver a su Dios y ser visto por Él; ¡esto es digno de ser buscado!
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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