09 DE MAYO
SALMO 119:103
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la miel a mi boca!» (SAL. 119:103).
Sin poder describir el grado de dulzura que las palabras de Dios son para él, David declara «cuán dulces», con un deseo de transmitir la profundidad del deleite que le traen las palabras de Dios. Él no solamente ha escuchado, leído y meditado en la Palabra, sino se ha alimentado de ella, disfrutando su lectura como se puede disfrutar de un delicioso bocado dulce, que en este caso es comparado con la dulzura de la miel. Las palabras que Dios nos deja son muchas y variadas, pero todas juntas forman y son «la Palabra de Dios», David las ama individualmente, una por una, y en su totalidad.
¿Cuán cerca estamos nosotros de poder deleitarnos en la palabra de Dios?
Nuestro acercamiento debe ser íntegro, para conocimiento, para crecimiento espiritual pero también para el deleite de nuestro ser. Dios nos invita a «alimentarnos» de Su Palabra y «disfrutar» de ella más de lo que podríamos hacer con nuestro plato favorito de comida, el cual no solo nutre, sino provoca deleite. La profundidad de este pensamiento nos ayuda a tomar el tiempo necesario para poder disfrutar y digerir Su Palabra con calma, saboreando cada una de sus palabras, fragmentos y libros.
Si estas palabras le pertenecen Dios, son el fruto del deseo de un Padre que quiere darle lo mejor a Sus hijos, un Padre justo, sabio, misericordioso, bueno, entre muchas de sus cualidades, que siempre buscará lo mejor para aquellos a quien Él ha extendido misericordia. David no hace distinción alguna entre Sus promesas, preceptos, enseñanzas y advertencias, las incluye todas como una y las llama dulces sin distinción alguna. Cuando entendemos la intención de Dios en Su Palabra, nuestro corazón recibe todas y cada una de Sus palabras con un espíritu humilde y agradecido, sabiendo que el deseo de quien las pronunció es bueno y con la mejor intención para nuestras vidas.
«Cuán dulces», habla del deseo de David de querer expresar cuánta satisfacción encuentra en el descubrimiento divino de lo que Dios ha dejado en Su Palabra, cuánto deleite encuentra en el descubrimiento de Su voluntad, en descubrir la gracia impregnada en sus palabras y la misericordia mostrada en cada una de ellas.
Lo dulce de cualquier cosa temporal es nada, comparado con el deleite de encontrar a Dios mismo en Su Palabra inspirada, la miel misma, aunque es usada como un buen ejemplo, es superada por el sabor constante, duradero y presente en nosotros que puede provocar una vida dedicada a la constante lectura, meditación y estudio de la Palabra.
Que nuestras vidas sean bien aprovechadas y puedan encontrar deleite en el único lugar que satisface como ningún otro nuestra necesidad, la Palabra de Dios.
Que nuestra boca esté llena de Su confesión, y nuestro paladar de Su meditación.
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SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
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