10 DE JUNIO
SALMO 69
«Sálvame, Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello» (SAL. 69:1).
En el Salmo 41 había lirios dorados que desprendían mirra olorosa y suave, y florecían en hermosos jardines al borde de palacios de marfil; en este tenemos el lirio entre espinas, el lirio del valle hermoso, floreciendo en el Jardín de Getsemaní.
Si alguno inquiere: «¿De quién dice esto el salmista? ¿De sí mismo o de otro?», contestaremos: «De sí mismo y de algún otro». Quién es este otro no tardaremos mucho en descubrirlo; solo del crucificado se puede decir: «Para calmar mi sed me dieron vinagre». Sus pisadas a lo largo de este cántico lastimero han sido indicadas por el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, y por tanto creemos y estamos seguros de que se trata del Hijo del Hombre aquí. Con todo, parece que la intención del Espíritu es, si bien da tipos personales y con ello muestra la semejanza al primogénito que existía en los herederos de salvación, hacer resaltar también las diferencias entre el mejor de los hijos de los hombres y el Hijo de Dios, porque hay versículos aquí que no se pueden aplicar a nuestro Señor; casi nos estremecemos cuando vemos a algunos hermanos que intentan hacerlo, como, por ejemplo, en el versículo 5.
Sálvame, Dios mío. «A otros salvó, a sí mismo no puede salvar». Con lágrimas y suplicas ofreció oraciones a Aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue oído en lo que temía. Así oraba David, y aquí su Hijo y Señor pronunció el mismo clamor. Es notable que una escena luctuosa así sea presentada inmediatamente después del himno jubiloso de la ascensión del salmo anterior, pero esto solo nos muestra en qué forma están entretejidas las glorias y las aflicciones de nuestro siempre bendito Redentor.
Las aguas ya me llegan al cuello. La angustia corporal no es su queja principal; empieza no con la bilis que le amargaba los labios, sino con la aflicción poderosa que partía su corazón. Todo el mar que se halla fuera de un navío es menos de temer que el que se encuentra dentro. En todo esto Él simpatiza con nosotros y es capaz de socorrernos, como cuando Pedro empezó a hundirse y gritó: «¡Señor, sálvame, que perezco!».
===================
SALMOS
DEVOCION MATUTINA VESPERTINA
Narrado por: Joyce Vejar
Desde: Arizona, USA
===================
|| www.drministries.org ||
===================
Leave A Comment